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La Comunión anglicana afronta más divisiones

Como se preveía desde hace algunas semanas, cinco obispos de la Iglesia de Inglaterra se incorporarán a finales de año al ordinariato personal que se va a crear para católicos provenientes del anglicanismo. A ellos se sumarán unos quinientos fieles más, que en la nueva estructura jurisdiccional podrán conservar sus tradiciones litúrgicas anglicanas.

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Según anunció el 8 de noviembre Alan Hopes, obispo auxiliar de Westmister (católico), el obispo emérito de Exeter David Silker se ha sumado al grupo de obispos anglicanos del Reino Unido que desean incorporarse a la Iglesia católica el próximo año. Además, The Daily Telegraph (8-11-2010) estima que les seguirían cerca de 25 comunidades que en total suman unos 500 fieles.

       
               

En Estados Unidos, el primer obispo anglicano homosexual renunciará anticipadamente por la división creada en torno a su nombramiento

       

John Broadhurst, obispo anglicano de Fulham, fue el primer líder destacado de la Iglesia de Inglaterra que expresó su deseo de integrarse en los ordinariatos personales creados por Benedicto XVI para recibir a los anglicanos que quieren ser católicos. A Broadhurst le siguieron otros tres obispos anglicanos (cfr. Aceprensa, 18-10-2010). La creación de estos ordinariatos personales –circunscripciones personales equiparables a una diócesis– no fue una iniciativa de la Santa Sede, sino una respuesta de Benedicto XVI a la petición de varios grupos anglicanos que deseaban entrar en la plena comunión con la Iglesia católica (cfr. Aceprensa, 20-10-2009).

Alan Hopes ha dicho que la semana próxima los obispos católicos concluirán el plan para que el Papa erija el ordinariato personal de Inglaterra y Gales. Después quedarán por concretar algunos aspectos, como los lugares para el culto. La Iglesia de Inglaterra ya ha advertido que las comunidades que se integren en la Iglesia católica no podrán quedarse con los templos que usan ahora. Pero William Fittal, secretario general del Sínodo de la Iglesia de Inglaterra, ha dicho que podrían compartirlos con los fieles anglicanos, cosa que se podría acordar caso por caso con el obispo anglicano del lugar.

La deriva del anglicanismo

Aunque la solución jurídica ofrecida por el Papa forma parte de un plan ecuménico más amplio, los cinco obispos anglicanos que han decidido acogerse a los ordinariatos lo hacen movidos por el descontento ante la deriva que ha tomado la Iglesia de Inglaterra en los últimos años.

La polémica más reciente tuvo lugar en el Sínodo anglicano celebrado en York el pasado julio, donde se debatió la ordenación de mujeres obispos. El arzobispo de Canterbury Rowan Williams propuso una solución de compromiso para intentar acercar posturas. Pero la votación final del Sínodo concluyó con el visto bueno a la ordenación de mujeres obispos (cfr. Aceprensa, 15-07-2010).

       
               

La semana próxima los obispos católicos concluirán el plan para que el Papa erija el ordinariato personal de Inglaterra y Gales

       

Para muchos anglicanos del Reino Unido, esta controversia ha sido la gota que colmó el vaso. De todos modos, el problema es mucho más profundo.

Desde que en 2008 se produjo un cisma de hecho en la Comunión Anglicana por la cuestión de la homosexualidad (cfr. Aceprensa, 4-07-2008), no han cesado de oírse voces de líderes anglicanos que piden el regreso a la raíces bíblicas. Las más críticas provienen sobre todo de África, Sudamérica y Asia, y el principal motivo de sus quejas es la línea que está siguiendo la Iglesia anglicana de Estados Unidos.

Renuncia del primer obispo homosexual

La Iglesia episcopaliana (la rama estadounidense del anglicanismo) ya aprobó la ordenación de mujeres al sacerdocio y al obispado en 1976, lo que le costó una escisión. Ahora el principal motivo de división es la promoción al episcopado de homosexuales activos, dos hasta ahora. El primero de ellos acaba de anunciar, el pasado 6 de noviembre, que renunciará.

Gene Robinson, nombrado obispo de New Hampshire en 2003, estuvo casado con una mujer con la que tuvo dos hijas. Se divorció y se declaró homosexual, y poco después se unió a otro hombre, con quien vive desde hace más de veinte años. Según ha declarado, dimitirá en enero de 2013, seis años antes de cumplir la edad de retiro, que es 72 años.

El motivo de su renuncia, dice, es la continua tensión que ha supuesto para él, su pareja y la misma diócesis la polémica internacional creada desde su nombramiento. Al anunciar su decisión dos años antes de hacerla efectiva, ha querido dar amplio margen a la Iglesia episcopaliana para designar un sucesor. Primero la diócesis elegirá un candidato y después lo someterá a la aprobación de la jerarquía nacional.

Robinson ya era conocido como gay activo en su época de sacerdote, después de su divorcio. Se ha significado por sus intervenciones públicas a favor de la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio en la ley civil y en la Iglesia. Su promoción al episcopado provocó protestas y divisiones en la comunidad anglicana. Trece obispos episcopalianos, con buena parte de su pueblo, rompieron con la jerarquía nacional y formaron una federación de diócesis y parroquias (cfr. Aceprensa, 25-02-2004). Más tarde, parte de los disconformes crearon la Iglesia Anglicana de Norteamérica, que no ha sido reconocida oficialmente. Otros solicitaron acogerse a la jurisdicción de obispos extranjeros.

Contestación en África y Latinoamérica

Fuera de Estados Unidos, la mayor contestación vino de las provincias de Latinoamérica y, sobre todo, África (cfr. Aceprensa, 29-10-2003). El primado de Inglaterra y cabeza honorífica de la Comunión Anglicana mundial, el arzobispo de Canterbury Rowan Williams, también se manifestó en contra. Pero tomó el asunto como un problema más bien de disciplina y unidad, en cuanto que el nombramiento de Robinson era contrario a la decisión tomada en la anterior conferencia de Lambeth (1998), la asamblea decenal de todas las provincias anglicanas. También un dictamen encargado por Williams concluyó que la Iglesia episcopaliana debería rectificar por haber ofendido la comunión al actuar sin deferencia a la sensibilidad de la mayoría en un tema discutido.

       
               

Los cinco obispos anglicanos que han decidido acogerse a los ordinariatos lo hacen movidos por el descontento ante la deriva que ha tomado la Iglesia de Inglaterra en los últimos años

       

En cambio, Canterbury no se ha pronunciado claramente sobre la cuestión doctrinal implicada, que es la que importa a los críticos de la jerarquía episcopaliana. El nombramiento de Robinson, dicen estos, supone declarar moralmente admisible una conducta que la tradición y la Escritura condenan. En efecto, para la dirección nacional de la Iglesia, la reprobación de las relaciones homosexuales ya no se puede mantener, y las correspondientes afirmaciones de la Biblia deben reinterpretarse a la luz de otros principios. La renuncia de Robinson no suprime el motivo de discordia, pues la Iglesia episcopaliana no ha rectificado su posición. De hecho, en julio del año pasado, la Convención General Episcopaliana declaró expresamente que los homosexuales pueden ser nombrados obispos. En marzo pasado fue designada obispa auxiliar de Los Ángeles Mary Glasspool, una lesbiana que convive con otra.

La Comunión Anglicana pidió a la Iglesia episcopaliana que desistiera de ordenar a Glasspool. Al no haber sido escuchada, en junio decidió aplicar una sanción: que los episcopalianos no formen parte de los organismos ecuménicos, aunque podrán ser consultores. Lo paradójico de esta medida es que afecta igualmente a los episcopalianos en desacuerdo con el nombramiento de obispos homosexuales. Tal es el caso, al menos, de Cranklin Brookhart, obispo episcopaliano de Montana, que era miembro de la Comisión Internacional Anglicano-Metodista.

Cómo convivir sin acuerdo en la doctrina

En un intento de frenar las escisiones, en 2005 el Comité Permanente de la Comunión Anglicana ordenó la redacción de un documento que definiera la fe y la disciplina común y pudiera ser aceptado por todas las provincias. El llamado Pacto de la Comunión Anglicana fue concluido en diciembre de 2009 y remitido a las provincias para su aprobación. Hasta ahora solo lo ha ratificado una, la de México; la Iglesia de Inglaterra comenzará a debatirlo este mes.

El pasado 3 de noviembre la organización No Anglican Covenant lanzó una campaña contra el Pacto. Se opone por considerar que el documento reduce la autonomía de las comunidades anglicanas y se inclina más por la coerción que por la reconciliación para resolver las diferencias. “Creemos –declaran estos críticos del Pacto– en un anglicanismo basado en una tradición común de culto, no en un conjunto de doctrinas que todos deban suscribir”.

Sin embargo, el Pacto no es largo ni detallado en artículos de fe. Sobre la homosexualidad no dice nada. La segunda mitad (secciones 3 y 4) está dedicada a la relación entre las provincias y a la gestión de las discrepancias. No define ninguna autoridad eclesiástica en materia de fe y moral, y todo lo confía a la búsqueda de consenso. En parte, formaliza la praxis seguida a raíz del asunto Robinson: “El Comité Permanente puede pedir a una Iglesia que difiera un acto controvertido” (4.2.5). Si la Iglesia en cuestión rehúsa, en última instancia el Comité puede declarar que el acto realizado o previsto es incompatible con el Pacto, y recomendar que se limite o excluya la participación de tal Iglesia en los organismos interprovinciales de la Comunión Anglicana (por ejemplo, la Conferencia de Lambeth). Pero cada Iglesia y organismo decidirá si acepta o no las recomendaciones (4.2.7). Por tanto, si la disputa se mantiene no hay en realidad modo de dirimirla, pues en el anglicanismo no existe jurisdicción alguna superior a la de cada Iglesia (4.1.3).

Declive

La anterior escisión en la Iglesia episcopaliana se produjo en 1977 y se debió a los cambios introducidos en el Libro de Oración Común y a la ordenación de mujeres. Entonces se fundó el Movimiento Anglicano de Continuidad, que hoy cuenta 19 diócesis o Iglesias en Estados Unidos y Canadá, con medio millar de parroquias, más algunas comunidades asociadas en otros países.

Por estas divisiones y por un declive general que afecta también a las confesiones protestantes tradicionales, la Iglesia episcopaliana ha perdido aproximadamente un 10% de fieles en Estados Unidos desde 2003. Ahora cuenta poco más de 2 millones, según el último anuario estadístico del National Council of Churches.

 

ACEPRENSA. 10 NOVIEMBRE 2010