La conclusión esperanzada del Año Sacerdotal
Sacerdotes de los cinco continentes se han reunido En Roma para celebrar la conclusión del año sacerdotal. Se cumplen 150 años de la muerte del Santo Cura de Ars, patrón de los párrocos. Su rostro preside la fachada de la Plaza de San Pedro. Han llegado sacerdotes que vienen como peregrinos, y otros que por motivos de estudio se encuentran en Roma y no han querido faltar a la cita. Roma ha quedado invadida por camisas negras y alzacuellos, a pesar del calor sofocante que sufre la Ciudad Eterna en estos días. Muchos turistas se quedan asombrados ante los 15.000 sacerdotes que llenan las cuatro basílicas de la ciudad: San Pedro, San Pablo Extramuros, Santa Maria la Mayor y San Juan de Letrán, y que recorren las calles con mochilas de todo tipo, sombreros y gafas de sol. Benedicto XVI ha pedido a los sacerdotes que se dejen guiar por la mirada del Santo Cura de Ars, “para comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal”.
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Benedicto XVI: “Era de esperar que al enemigo no le gustara que el sacerdocio brillara de nuevo” |
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A pesar de las circunstancias, el sacerdocio está de moda. En este año se han organizado peregrinaciones a Częstochowa, Lourdes o Fátima, sin olvidar la ciudad de Ars, que espera todavía miles de peregrinos que se recogerán en un ciclo de retiros espirituales el próximo verano. En todas las diócesis, se han organizado jornadas de oración por los sacerdotes, sobre todo para los jóvenes. Desde Roma se ha creado una red social para sacerdotes (en colaboración con Facebook).
Más de 4.000 sacerdotes de Italia, 811 de Francia, mientras que Estados Unidos cuenta con una representación de más de 300 sacerdotes. Han venido de partes tan lejanas como Indonesia, Malawi, Nigeria o Siria. Desde China, ha impresionado el testimonio de Don José, quien ha declarado a Avvenire que “soy de la iglesia clandestina. Cuando vuelva de nuevo a mi país, seguramente me arrestarán. Es una nueva cruz que me toca afrontar, pero creo que este Año sacerdotal nos ha recordado el celo por la evangelización en esta sociedad que tiene tanta necesidad del Señor”.
De Hispanoamérica han venido más de nueve mil sacerdotes. Para Don John, de Colombia, este año sacerdotal “es un estímulo para seguir adelante, para testimoniar nuestra fe en Cristo con autenticidad”. Don Agustín, vietnamita, ha señalado a Avvenire que “ el año sacerdotal ha sido un momento de comunión en un tiempo en que la Iglesia sufre por los errores cometidos por algunos de nuestros hermanos”.
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“El escándalo del celibato es el gran signo de la presencia de Cristo en el mundo” |
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Bertone: el dolor causado por algunos miembros del clero
El primer encuentro estuvo organizado por varios Movimientos eclesiales en el Aula Pablo VI, y fue presidido por el Cardenal Tarcisio Bertone. El cardenal reconoció que el “dolor causado por las infidelidades, a veces graves, de algunos miembros del clero, ha incidido negativamente en la credibilidad de la Iglesia”. Como señaló Benedicto XVI en su viaje a Portugal, esta es una “persecución que nace en el interior mismo de la Iglesia”, pero señala también un tiempo de renovación, siguiendo con valentía “el camino de conversión y reconciliación para transmitir la belleza y la riqueza de la amistad con Cristo”.
Más que un annus horribilis, como lo intentan llamar tantos medios internacionales, en realidad este Año sacerdotal ha sido un verdadero año de gracia. Como explica L’Osservatore Romano, esta semilla que pide la renovación interior de los sacerdotes y un mayor testimonio del Evangelio, dará sus frutos. Este año se ha traducido en una ocasión para el crecimiento interior de la misión de la Iglesia y una toma de conciencia de todos los sacerdotes sobre su vocación. Como explica Don Laurent, venido de Burkina Faso, “con estos problemas, me he sentido llamado e interpelado a vivir la santidad de mi ministerio y ha servido para darme cuenta que la misión del sacerdote no es un trabajo normal, sino una verdadera gracia de Dios”.
En una misa celebrada el jueves por la mañana en la Basílica de San Pablo Extramuros, Bertone volvió a recordar que “la llamada a seguir a Cristo se manifiesta también con la exigencia del celibato por el Reino de los cielos, como condición de la integral y definitiva consagración que la ordenación sacerdotal comporta”.
Estar presente en el confesonario
Divididos por idiomas, miles de sacerdotes escucharon las meditaciones del Card. Joachim Meisner, Arzobispo de Colonia, en la Basílica de San Pablo Extramuros, en conexión por vídeo con la Basílica de San Juan de Letrán, donde acudieron más de nueve mil sacerdotes, el miércoles por la tarde.
El cardenal aprovechó la ocasión para recordar a los sacerdotes la importancia del Sacramento de la Penitencia, pues su pérdida “es la raíz de muchos males en la vida de la Iglesia y en la vida del propio sacerdote”, ya que cuando el sacerdote se aleja del confesionario, entra en una grave crisis de identidad que daña su propia alma y su propia misión. El sacerdote –señaló el arzobispo– debe encontrarse de forma frecuente a los dos lados de la rejilla del confesionario, pues el sacramento de la penitencia es la fuente de una permanente renovación y vitalidad en la existencia sacerdotal. Como señala el purpurado, el abandono que sufre el sacramento de la Penitencia no es culpa de que la gente no vaya a confesarse, sino “culpa de nosotros sacerdotes que muchas veces no estamos presentes en el confesionario. Un confesionario donde está presente el sacerdote, en una iglesia vacía, es el símbolo más expresivo de la paciencia de Dios que espera. Así es Dios, nos espera toda la vida”.
El mismo Card. Hummes, Prefecto para la Congregación del Clero, definió el sacerdocio como una vocación y una misión de altísimo significado y de una enorme responsabilidad. El cardenal exhortó a los sacerdotes a ser auténticos misioneros, pues la Iglesia “necesita que nos levantemos y que vayamos en misión por todo el mundo”. Para Hummes, ya sea la evangelización de nuevos pueblos como la “nueva evangelización que tendrá que ser una verdadera primera evangelización”, muestran la inmensidad de la obra misionera que aún queda por hacer y la perenne actualidad de la invitación que Cristo nos hace a todos: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio”.
El escándalo del celibato
Una iluminada Plaza de San Pedro esperaba pacientemente a los 12.000 sacerdotes (según las cifras de la Prefectura Apostólica) que pudieron acudir a la Vigilia de Oración celebrada a las ocho y media de la tarde del jueves. La ceremonia comenzó con las palabras del párroco de Ars, P. René Lavaur, quien explicó cómo el ejemplo del sacerdote es esencial para la vocación; siguió el testimonio de la familia Heereman, alemana, que tiene en su seno todas las realidades de la vida cristiana en sus seis hijos ( un religioso, una consagrada, dos casados y una célibe). Hubo enlaces por vídeo desde una parroquia de Hollywood al Cenáculo de Jerusalén, desde donde Mons. William Somali explicó a los sacerdotes que la Eucaristía “ha de ser centro de la vida sacerdotal”.
A punto de comenzar la vigilia el 10 de junio por la noche |
El Santo Padre, visiblemente emocionado, fue recibido hacia las nueve y media de la noche con grandes aplausos de los presbíteros que llenaban la plaza de San Pedro. Una imagen jamás vista. En esta vigilia el Santo Padre ha querido agradecer, en estos momentos, a tantos sacerdotes que viven “apasionados por Cristo”. Respondiendo a las preguntas de cinco sacerdotes (uno por cada continente) el Santo Padre ha defendido la verdad del celibato “pues aunque por desgracia existen otros escándalos que oscurecen la gran verdad del sacerdocio, existe el otro gran escándalo, el escándalo del celibato, que es el gran signo de la presencia de Cristo en el mundo. Por ello debemos dar a conocer el verdadero escándalo de la fe en Jesucristo”.
“Es curioso –señaló el Santo Padre– cómo se critica el celibato en un mundo donde el matrimonio tampoco está de moda. Este rechazo es mirarse a sí mismos y rechazar el vínculo definitivo que nos une a Cristo de manera auténtica”. Los sacerdotes han de tener presente que “hablamos in persona Christi. El nos hace partícipes de su propio Yo y su Yo se transforma en nuestro yo”. El celibato, por ello, es la anticipación al mundo de la Resurrección, hecha posible por la gracia de Dios.
En el mundo de hoy, el celibato es incomprensible porque es un sí definitivo, es abandonarse a las manos y la voluntad de Dios. El sacerdocio, ha explicado el Papa en la noche del jueves, es un acto de fidelidad, una confianza y fidelidad que exige a su vez el matrimonio. La misma fidelidad que exige el matrimonio, lo exige a su vez el Sacramento del Orden.
Eran ya las once de la noche cuando comenzó la Adoración silenciosa al Santísimo, que presidió durante media hora el altar de la Plaza de San Pedro. Los doce mil sacerdotes, como una marea silenciosa, permanecieron de rodillas hasta que el Santísimo abandonó el altar y se dirigió a la Basílica.
La audacia de Dios
Miles de estolas blancas han concelebrado la misa de conclusión del Año sacerdotal, junto a la imagen del Santo Cura de Ars que preside la Basílica. En su homilía, el Santo Padre ha querido, lo primero de todo, señalar los objetivos que se querían alcanzar en este año sacerdotal: recordar “esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de los seres humanos, que es la mayor grandeza que se oculta en la palabra sacerdocio”, así como agradecer el hecho de que Dios “se confíe a nuestra debilidad”, y pedir que haya más vocaciones, una plegaria que es una llamada de Dios “al corazón de jóvenes que se consideren capaces de eso mismo para lo que Dios los cree capaces”.
El Santo Padre ha reiterado su petición de perdón por los casos de abusos sexuales y ha prometido hacer todo lo posible para que no vuelva a suceder jamás. Por otro lado, ha explicado que “era de esperar que al enemigo no le gustara que el sacerdocio brillara de nuevo; y así ha ocurrido que, precisamente en este año de alegría por el sacramento del sacerdocio, han salido a la luz los pecados de los sacerdotes”. El término “el enemigo” es un modo tradicional en la Iglesia para referirse al diablo. El Santo Padre ha reconocido que considera lo ocurrido como una tarea de purificación, un nuevo trabajo que “nos acompaña hacia el futuro, y que nos hace reconocer y amar más aún el gran don de Dios”. En este año sacerdotal no se trataba de reconocer nuestros propios logros personales, sino de sentirnos agradecidos por el don de Dios, un don que se lleva en vasijas de barro.
Benedicto XVI ha exhortado a los obispos a ser más exigentes con sus propios presbíteros, pues “no hay amor [a la Iglesia] cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal, como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación, y la destrucción de la fe” construyéndonos una fe autónoma. Sin embargo, ha animado a los Pastores de la Iglesia a seguir adelante con su labor, ayudando a sus fieles a seguir a Cristo por los senderos difíciles.
Como conclusión de este Año sacerdotal, el Santo Padre ha pedido a los presbíteros que esta celebración se convierta en un vigoroso impulso para seguir viviendo con alegría, humildad y esperanza el sacerdocio, siendo “mensajeros audaces del Evangelio, ministros fieles de los Sacramentos y testigos elocuentes de la caridad”. Y les ha invitado a continuar aspirando cada día “a la santidad, sabiendo que no hay mayor felicidad que gastar la vida por la gloria de Dios y el bien de las almas”.
ACEPRENSA