domingo 27 27Europe/Madrid agosto , 2017
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Artículos y Dossier de Prensa
El juez Requero habla de la «tiranía» de utilizar «niños-trofeo» como «logros del lobby gay»


Refiriéndose a un informe del Comité de Bioética, el magistrado del Supremo asegura que esa ‘desinteresada’ y ‘altruista’ subrogación “ es la antesala de su efectiva comercialización, que no hay una cesión altruista del cuerpo para –ojo al dato- embarazarse, ahí es nada”. Pero José Luis Requero va más allá y reflexiona sobre “qué significa que para que nazca ese concreto hijo acudiendo a estas técnicas artificiales haya que destruir otros embriones humanos, es decir, lo que él fue y todos hemos sido, un embrión; o si es digno que haya miles de embriones humanos cosificados, o sea, crioconservados; o si en la maternidad subrogada ese niño no sepa por definición quien es, al menos, su madre; o si es admisible que sea un niño-trofeo, que venga al mundo como logro del lobby gay –gran beneficiario de la gestación subrogada- para homologar su ‘modelo de familia’”.
Cambiar la moral por los sentimientos
Por ello, el juez resalta que frente a las grandes objeciones morales se intentan imponer “los sentimientos y deseos” y a su juicio la historia evidencia cómo pueden ser “verdaderos tiranos”: “Ante los deseos de descendencia, los sentimientos exigen satisfacerlos aun a costa de la dignidad de la mujer e hijos; ante un embarazo no deseado o simplemente descuidado, exigen ‘interrumpir’ la gestación; ante la obviedad de que el matrimonio es heterosexual, reclaman el homosexual; ante un enfermo o impedido extremo, exigen su ‘muerte digna’; ante un adulterio, apelan a que ‘el amor se acabó’”. La psiquiatría tendrá mucho trabajo en el futuro

En su opinión, el intento de destruir la moral hace un daño enorme al ser humano y augura a la psiquiatría “como una profesión con mucho futuro porque alguien tendrá que ocuparse de los restos que van dejando esos tiranos, sin olvidar las imposiciones de la ideología de género”.Y para acabar, Requero que “sorprende que una sociedad que se atiborra de normas de calidad, que exige cada vez mayores niveles de profesionalidad o formación, en cambio admita la indigencia en lo moral, eso sí, una penuria camuflada a base de ‘para mis’: un cóctel pseudoético con ignorancia y petulancia como ingredientes”.