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50 Retazos Sacerdotales: Enrique Cabrera González (Ordenado en 1998)

Captura de pantalla 2014-01-17 a la(s) 18.27.30A continuación os ofrecemos el testimonio vocacional de Enrique Cabrera González, párroco de Nª. Sra. del Enebral en Collado Villalba. “Fue la rendición más alegre y gozosa de mi vida” es el título de su testimonio, que se da a continuación y que está incluido en la página 97 del libro “Alzaré la copa de la salvación”. En este libro 50 sacerdotes de nuestra diócesis nos cuentan su vocación. Se encuentra a vuestra disposición en la Delegación de pastoral vocacional.

Las vivencias de encuentro con Cristo son como las caras. Ninguna se repite. Siempre doy gracias a Dios por mis padres, pero en mi caso no recibí la Fe de mi familia, ellos me dieron todo, excepto lo que no tenían, que era a Dios. Tuve también una adolescencia y primera juventud un poco desarreglada, pero el Señor nunca estuvo lejos de mí. Durante todo este tiempo, el único que no me engañó fue mi corazón, que buscaba un significado para la vida y una verdad en la que apoyarse que no terminaba.

Pero todo eso cambió cuando por fin, conocí a Jesucristo. A los 20 años, me reencontré con uno de mis amigos, que sin yo saberlo se había hecho cristiano. Él fue el primero que me anunció a Jesucristo y de forma viva, sincera y atractiva. La Gracia de Dios estaba ya taladrando mi corazón para reconocer su Presencia. La incesante y desorientada búsqueda de mi corazón estaba a punto de terminar. Tras un breve discernimiento me rendí ante el Amor de Dios. Alguien golpeaba la puerta de mi corazón con insistencia, cariño y respeto. Me fue muy fácil reconocerle. Era Aquel que daba respuesta a las preguntas de mi corazón, Aquel que correspondía a todas mis búsquedas y deseos. El puzle de mi vida empezaba a encajar pieza a pieza. Pero todavía Mi vida solo podía ser para este Amor tan grande y yo le pedí al principio de esta Amistad que Él me pusiera allí donde podía ser más útil para su plan de salvación. Creo que Él acepto mi oferta. Y tres años después me lo recordó y me lo pidió. Me vinculé a la parroquia de mi barrio, San Blas, en la que celebraba, alimentaba y testimoniaba mi Fe. Vivía un Cristianismo luminoso y feliz. Mi trabajo en Refrigeración Industrial me gustaba. Pero después de Confirmarme no me parecía suficiente lo que hacía por el Señor. Conocí a algunos seminaristas. Se convirtieron para mí en puntos de referencia. Su SÍ a Cristo era la última pieza que faltaba por encajar en el puzle de mi vida. Al descubrirlo, mi vocación no fue como la de Mateo: “Sí Incondicional”, sino más bien como la de Jonás: “salir corriendo”. Pero sentía que me estaba ahogando.

Tenía miedo. Aquello era demasiado para mí. El Señor no sé cansó y yo acabé rindiéndome. Fue la rendición más alegre y gozosa de mi vida, que se abandonaba para Entré en el seminario con 25 años y por la Misericordia de Dios fui ordenado presbítero el 2 de mayo de 1998. En el seminario pasé unos años muy felices, alternados con los veranos en una misión en el Perú. Mi primer destino fue en la parroquia de san Miguel de las Rozas y a los dos años nombrado párroco de Ntra. Sra. del Enebral de Collado Villalba. A pesar de mis contradicciones y debilidades siempre doy gracias al Dios Bueno por haber sido llamado a una misión sacerdotal que no merezco, pero que amo, mientras voy experimentando como se cumple el lema que elegí para mi ordenación: “Sé muy bien de Quien me he fiado y estoy convencido de que Cristo tiene poder para asegurar hasta el final la misión que me ha confiado” 2 Tm 1,12.