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50 Retazos sacerdotales: Ricardo Quintana Bescos (Ordenado en 1970)

Captura de pantalla 2013-10-11 a la(s) 17.40.22A continuación os ofrecemos el testimonio vocacional de Ricardo Quintana Bescos, Delegado episcopal Casa de los Santos. “Me fío de Dios” es el título de su testimonio, que se da a continuación y que está  incluido en la página 23 del libro “Alzaré la copa de la salvación”. En este libro 50 sacerdotes de nuestra diócesis nos cuentan su vocación. Se encuentra a vuestra disposición en la Delegación de pastoral vocacional.

Testimonio

Mi testimonio como Sacerdote antes de mi entrada en el seminario, es muy sencillo. Como nos ocurría a muchos niños y jóvenes, educados en un ambiente familiar y social cristiano, tuve los primeros indicios de vocación desde mi infancia, y a los seis años pedí a los Reyes Magos una sotana. Por motivos familiares, aunque soy de Madrid, entré en el Seminario de Málaga a los 14 años y al terminar el Bachillerato me incorporé al seminario de Madrid. Terminé la Teología a los 22 años y fui ordenado sacerdote el 8 de Septiembre de 1970, por el Señor Arzobispo D. Casimiro Morcillo González  a los 23 años. Si no me equivoco creo que fui el último sacerdote diocesano que ordenó D. Casimiro.

Lo más importante de toda mi vida comenzó desde la fecha de mi ordenación ya que, desde entonces y hasta el día de hoy puedo decir con toda verdad que ha sido un continuo ir descubriendo mi vocación sacerdotal. A través de toda mi vida me he sentido plenamente alcanzado por Cristo pero, aunque pueda parecer una contradicción cada día soy más consciente de que todavía yo no le he alcanzado a El. Esto para alguno podría suponer una decepción, y muy al contrario supone un gran acicate, una nueva ilusión de todos los días, de cada momento procurando que constantemente esté mas cerca de El. Supone un lanzarme una y otra vez para alcanzarle.

Todo ello no quiere decir que no sea muy consciente de mis limitaciones y que no tengas incomprensiones y sufrimientos; pero uno anhela alcanzar plenamente la meta que es Cristo. Por ello todos los días descubro en el ejercicio del Ministerio que todavía no he aprendido totalmente a ser sacerdote, que todavía no sé amar como El amaba, pero subrayo que no se produce en mí una desilusión si no una fuerza cada vez mas importante para aprender a vivir mi sacerdocio.

Aunque probablemente haya personas que no me entiendan bien, quizá porque no sepa expresarme, esté sentirse por una parte alcanzado por Cristo y por otra este anhelo ilusionante por el fututo de mi vida sacerdotal, produce en mi una sensación de plenitud y en consecuencia de felicidad. No hablo simplemente de paz interior, si no de felicidad.

Y tanto es así que, cuando ya pensaba entrar en la tercera edad de una manera apacible y tranquila, el Señor cambió mi rumbo, me hizo Padre de una Comunidad religiosa y en consecuencia me ha hecho redescubrir mi sacerdocio de una manera ilusionante y siempre nueva, que me hace más feliz.