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Las nuevas adicciones

Las nuevas adicciones

Durante mucho tiempo, “adicción” era casi solamente “drogadicción”. Pero en los últimos años han empezado a proliferar adicciones que no son a sustancias, sino a comportamientos, en especial con ocasión del uso excesivo de aparatos digitales. Son como efectos secundarios de una sociedad de abundancia y sobrestimulada.

La ludopatía –una vieja adicción comportamental– ha migrado, en buena parte, al ciberespacio, con las apuestas y otras formas de “juego” online, como las inversiones en Bolsa o la especulación con criptomonedas. Ahora hay, además, adicción a la pornografía –la más extendida, la que más preocupa y la más investigada–, digital también; a los videojuegos; a las redes sociales; a las compras por internet; al sexo y a las novelas eróticas.

La ola adictiva está llegando a las consultas de los psiquiatras. Nos dice el Dr. Enrique Rojas: “Las adicciones se han multiplicado entre la gente joven desde los 12 o 13 años hasta el final de la adolescencia; más que a sustancias, a comportamientos: a las pantallas, a TikTok, a Instagram, a la pornografía. Y esto ha llevado a un aumento de casos de anorexia, bulimia, ortorexia (obsesión por comer sano), vigorexia (obsesión por hacer ejercicio para no engordar), dismorfias corporales (obsesiones que llevan a la cirugía estética)”.

Otro psiquiatra con quien hemos hablado, el Dr. Carlos Chiclana, añade, con datos sobre la evolución entre 2018 y 2024, que dentro del aumento general de las adicciones –también a sustancias–, “algunas se mantienen, como el juego de azar online; otras han disminuido ligeramente, como el juego presencial, y otras van en aumento, como las que son consecuencia del uso de dispositivos: abuso de internet, pornografía, videojuegos”.

Conductas compulsivas

¿Qué está pasando? Parte del crecimiento detectado, advierte el Dr. Chiclana, se debe a que han mejorado el diagnóstico y la notificación por los profesionales, y a que hay mayor conciencia del problema entre la población. Aun así, resulta clara la rápida expansión de conductas compulsivas o problemáticas que no existían en tiempos predigitales.

De todas formas, no se debe emplear el término adicción con ligereza. No todos los especialistas admiten que haya verdadera adicción a la pornografía o a internet. La Asociación Psiquiátrica Americana, cuando estaba elaborando la última versión de su famoso manual de diagnóstico (DSM-5, publicado en 2013), no se planteó incluir la adicción a la pornografía online.

Con la difusión de las “drogas digitales”, una pequeña minoría de usuarios se han hecho adictos, y muchos otros tienen un uso excesivo-compulsivo

La adicción propiamente dicha tiene unos rasgos que no necesariamente se dan en las personas de las que decimos que están “enganchadas al móvil”. Uno es la fuerte ansiedad por consumir o usar, que lleva al síndrome de abstinencia algún tiempo después de la última dosis. Otro rasgo más es la tolerancia: la necesidad de dosis cada vez mayores o más frecuentes para obtener la gratificación deseada o eliminar el malestar. Finalmente, el adicto se siente incapaz de dejar el hábito, pese a las consecuencias perjudiciales que le acarrea en distintos ámbitos de la vida: familia, relaciones con otras personas, trabajo, finanzas…

Como precisa el Dr. Chiclana, “para desarrollar una adicción con todas las letras, y no solo un uso problemático o un consumo perjudicial, por lo general han de conjugarse factores biológicos, psicológicos, sociales y circunstancias personales. No depende solo de la conducta de la persona, sino que influye también un entorno psicológico, familiar y social complejo”. Así pues, si bien se ha producido una fuerte difusión de las “drogas digitales”, solo una pequeña minoría de usuarios se han convertido en adictos; muchos otros no pasan de tener un uso excesivo-compulsivo más o menos marcado.

Ahora bien, los casos extremos dan indicios del poder adictivo que tienen algunas conductas favorecidas por el entorno digital. El escritor norteamericano Gary Wilson (1956-2021) ofrece en su libro Your Brain on Porn (Commonwealth Publishing, 2.ª ed.: 2017) testimonios de consumidores compulsivos de pornografía, como este: “Me asombra lo rápido que quedé enganchado. Empecé a perder días de trabajo por navegar en webs porno”. Como él, hay muchos: un estudio citado por Wilson estima que los adictos son en torno al 28% de los hombres que consumen pornografía habitualmente.

La psiquiatra, también estadounidense, Anna Lembke, autora de Dopamine Nation (Dutton, 2021; trad.: Generación dopamina, Urano, 2023), cuenta en esta obra el caso de un paciente enganchado a la búsqueda y compra de productos por internet. “El colocón –escribe la autora– comenzaba con la decisión de qué comprar, continuaba mientras esperaba la entrega y culminaba en el momento en que abría el paquete”. Llegó a tener habitaciones llenas de cosas inútiles y deudas de decenas de miles de dólares. Pero la satisfacción fue yendo a menos (tolerancia) y la ansiedad no se calmaba. Acabó encargando cosas cada vez más baratas y devolviéndolas nada más recibirlas. Si lo suyo no era adicción, se le parece mucho.

No todo está en el cerebro

La aparición de adicciones comportamentales en los años recientes ha impulsado nuevas líneas de investigación y ha llevado a revisar ideas comúnmente aceptadas. Los psicólogos españoles José María Ruiz Sánchez de León y Eduardo José Pedrero Pérez relatan esta historia en su obra Neuropsicología de las conductas adictivas (Síntesis, 2019).

Las personas con adicciones comportamentales presentan síntomas y cambios cerebrales similares a los que se observan en drogodependientes

Desde los años 80 del siglo pasado, el paradigma dominante –adoptado por el DSM-3– fue definir la adicción como un trastorno cerebral. depresión–, pero la misma adicción puede provocarla.(…)

aceprensa

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