50 Retazos sacerdotales : Lucas Cano Reyes (Ordenado en 1968)
A continuación os ofrecemos el testimonio vocacional de Lucas Cano, Párroco de Nª. Sra. de las Angustias en Atocha. “Soy cura de mayo del 68” es el título de su testimonio, que se da a continuación y que está incluido en la página 19 del libro “Alzaré la copa de la salvación”. En este libro 50 sacerdotes de nuestra diócesis nos cuentan su vocación. Se encuentra a vuestra disposición en la Delegación de pastoral vocacional.
Testimonio
Soy cura del 68, y eso tiene su impronta. En la huerta del seminario, como la llamamos, nos ordenaron de presbíteros el 19 de mayo.
El Espíritu que vino a nosotros ya quiso decirnos algo especial en ese espacio, en un campo de fútbol y en ese tiempo. Siempre estuve convencido de que Dios nos acompaña y nos cuida. Como un Padre se preocupa de nosotros y cuenta con nosotros. Ha dejado su impronta, “sus genes” en todos sus hijos y todos nos parecemos a Él. Verle en cada persona, valorar a todos como hermanos y descubrir lo que el Padre nos dice en cada uno es para mí un camino de encuentro con Dios. prendí a creer en mi familia, con la vida me vino la fe y en el seminario me acogieron, acompañaron y colaboraron eficazmente en el conocimiento de las Escrituras y en la teología.
En el seminario fui entusiasmándome cada vez más por Jesús, hombre como los demás, que vivió para os demás y entre todos. Pasó haciendo el bien, sirviendo en todo momento y así gastó su vida por todos, especialmente por los más pobres, sus predilectos, hasta morir en una cruz. Y Dios le resucitó. Jesús es el Dios encarnado.
Jesús nos mostró siempre a Dios. Él es Dios. Un Dios misericordioso, cercano, entrañable, entregado, dándonos siempre su vida. Nunca nadie nos ha querido tanto. La persona de Jesús siempre me ha atraído, tanto que desde muy pronto fui percibiendo la necesidad de conocerle, seguirle e implicarme en su tarea y continuarla. El cambio que se ha producido en los últimos años ha sido y sigue siendo fuerte en valores y en formas religiosas. Y creo que todos los tiempos son apasionantes para descubrir a Dios y mostrarle a los demás como Padre. La comunicación con Dios es una necesidad de mi vida. La oración, la relación, y el trato diario es de absoluta necesidad. Siento la urgencia de estar con Él para aprender a pensar, sentir, a ver a los demás como los ve Él y a querer a su manera.
La Iglesia y la comunidad concreta en la que vivo me motivan y me ayudan a experimentar la presencia sacramental de Jesucristo. En la comunidad es donde verifico lo que creo y lo que predico. Es donde resuena de un modo actual y viva la Palabra de Dios. Cada uno es aceptado como es y ejerce el ministerio que Dios le ha dado y la Iglesia le ha confiado. Rezamos, discernimos y revisamos la vida haciendo que los gozos y sufrimientos de cada uno y del mundo sean nuestros.
La celebración de los sacramentos me conmueve, y comprobar la capacidad que Dios nos ha dado para hacerle presente, me lleva a profundo y sincero agradecimiento. Celebrar la eucaristía a diario sobrepasa mi comprensión de Dios y constato que el amor siempre es más. Que la comunidad y yo, como presbítero, podamos hacer la memoria de Jesús, y haciendo lo que nos mandó verifiquemos su presencia en nosotros y en el pan y en el vino, es el gran misterio de nuestra fe que nos da la vida para poder darla nosotros también.
En fin, que vivir, creer y ser sacerdote de Jesucristo en esta Iglesia con sus luces y sombras, y en este tiempo, es lo mejor que me ha ocurrido en la vida.