50 Retazos sacerdotales : Jaime López Torralba (Ordenado en 2012)
A continuación os ofrecemos el testimonio vocacional de Jaime López Torralba, estudios en Roma. “Sostenme, Señor, con tu promesa, y viviré” es el título de su testimonio, que se da a continuación y que está incluido en la página 129 del libro “Alzaré la copa de la salvación”. En este libro 50 sacerdotes de nuestra diócesis nos cuentan su vocación. Se encuentra a vuestra disposición en la Delegación de pastoral vocacional.
Testimonio
Porque a Dios le gustas mucho. También le gusta el sol y el lince ibérico, pero no es lo mismo. Tú le gustas más, y diferente. Tus duras y tus maduras, tus padres y tus amigos, tus luces y tus sombras, tu antiguo y tu nuevo testamento, tu historia entera desde que arrancó en Adán hasta este mismo instante de ahora. Brilla tu vida, porque la mira Dios con amor.
Y junto a tu vida cuidada de Dios, la de tantos otros. Con todos el Señor derrocha ganas. Al mundo entero Dios lo ha amado, también en estos tiempos de crisis. Cuando hoy nadie parece estar satisfecho de cómo andan las cosas, el Señor aún mantiene el optimismo. Porque cada día hay personas que se arrodilla dentro de un confesionario, y ponen su vida en contacto con la misericordia de Dios, y con su Espíritu vuelven a levantarse, y vuelven a reconstruir su vida. Y porque todos los días hay gente que se acerca al altar, y que ofrece sus cuerpos y sus sangres, y se hacen más de Cristo, más de Dios, más de todos. Y un cura hace muchísimo BIEN a todas estas personas –y yo antes de ser cura ya decía lo mismo, pero ponía ‘bien’ en minúsculas–, y a todas las demás personas que ni se confiesan ni van a misa, que no le conocen, que no le conocerán, o que incluso le mirarían mal si se lo cruzaran por la calle.
¡Cómo no voy a estar FELIZ de ser cura, si el Señor me ha metido en medio de tantos milagros! Como canta Springsteen, ya hasta cuento con ellos. Quizás sea que aún soy un baby-cura. Por eso me extraña cuando no los veo, y entonces me planteo si mis ojos no estarán demasiado cansados del polvo del camino –cutrez, pecados, pecados, pecados…–, y no toca volver a la Fuente, lavarme, refrescarme, beber.
Sostenme, Señor, con tu promesa, y viviré, grita el mendigo experto (Salmo 118). Cada regalo de Dios es promesa de muchos otros, cada don de Jesucristo es principio de nuevas bendiciones. Mi vida ha recibido el tesoro precioso de pertenecer a la intimidad de Cristo Sacerdote, saborear con un matiz muy especial el gusto de su Cuerpo y de su Sangre y de su Cruz y de su Espíritu, y notar con un calor muy especial el abrazo de la Madre de los sacerdotes. Es DEMASIADO como para no temblar. Pero uno vive muy FELIZ, muy satisfecho y muy tranquilo, porque está muy sostenido por este regalo que es el Señor mismo. Y sabe que este don también es una promesa, que en la vida de un cura agradecido caben muchas bendiciones a lo largo de muchos años: ¡vivan los curas viejos, en todos los sentidos! Y que viviré está escrito en futuro no porque las pruebas acaban pasando, sino porque mañana uno encuentra la misma preciosa Vida de Cristo de hoy, y así un día y todos los días. Para un baby-cura, son un montón de días y de bendiciones.