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50 Retazos sacerdotales: Pedro Santiago Álvarez Porras (Ordenado en 1986)

Captura de pantalla 2013-12-20 a la(s) 11.31.15A continuación os ofrecemos el testimonio vocacional de Pedro Santiago Álvarez Porras, Párroco de la Resurrección del Señor en Caño Roto. “He encontrado el Amor de Dios desde el servicio en la Iglesia que me han encomendado” es el título de su testimonio, que se da a continuación y que está  incluido en la página 63 del libro “Alzaré la copa de la salvación”. En este libro 50 sacerdotes de nuestra diócesis nos cuentan su vocación. Se encuentra a vuestra disposición en la Delegación de pastoral vocacional.

Testimonio

El párroco que tuve toda la vida en El Pardo me decía que cuando encargase los recordatorios para la primera misa, pusiera aquella frase bíblica con la que yo quisiera que se identificara mi futura tarea sacerdotal. La frase que yo elegí era: “El que quiera servirme que me siga y, donde esté yo, allí estará mi servidor”

Desde siempre he procurado que este sea mi lema sacerdotal. La actitud de Cristo lavando los pies de los apóstoles no deja nunca de emocionarme y veo en ella la entrega que Dios me pide cada día para con mis feligreses. Nunca he sido un hombre de grandes proyectos pastorales, ni grandilocuencias teológicas, pero siempre he visto la mano de Dios que me conducía por el buen camino a lo largo de la vida.

Cuando yo no pedía nada, me fiaba de Él y sobre todo me daba totalmente al trabajo en su viña. Llevo veintiséis años de sacerdocio y jamás he dudado que Dios me ha llamado a esto; creo que si volviese a nacer, sería sacerdote de nuevo e intentaría fiarme de Él. En mi vida ha podido palpar algo que siempre dice un buen amigo sacerdote: “Dios protege siempre al inocente y al sencillo de corazón“

Toda mi trayectoria tanto en el sacerdocio como ya en los años de seminario ha estado marcada por el Pontificado del beato Juan Pablo II, del que siempre me ha impactado su generosidad y entrega a la Iglesia. A él me encomiendo muchas veces y también mi actividad pastoral que ha sido muy diversa en pueblos, prisiones, docencia, ciudades… pero a la vez siempre sorprendente.

Nunca pensé que sería tan feliz como cuando administraba el sacramento de la reconciliación a un preso con más de treinta años de condena o, que vibraría de emoción y gozo ayudando a los marginados de la sociedad a ser más personas y vivir con algo más de dignidad en mi actual parroquia. Verdaderamente puedo decir, desde mi historia personal, que Dios es muy grande y que tiene preparadas cosas maravillosas. Nunca pensé cuando estaba en el Seminario que iba a realizar las tareas que hago hoy; creí que serían otras, pero le doy gracias al Señor por ellas.

También le doy gracias a Dios por mis padres que me enseñaron a amarle y, que desde el cielo (mi padre) y en la tierra (mi madre) nunca me abandonan. Por los amigos sacerdotes de los que tanto he aprendido y a los que amo como si fuesen de mi propia carne. A todos los seminaristas, algunos hoy ya sacerdotes, que ha compartido conmigo destinos pastorales. Y sobre todo a mis feligreses que son amigos, auténticos regalos que Dios me da para sentir su amor para conmigo.