Libros: Las etapas de la vida: Su importancia para la ética y la pedagogía
Estaba leyendo el libro “Las etapas de la vida”, de Romano Guardini, en el Parque de los Jesuitas de Salamanca, cuando se acercó el teólogo y colega de la UPSA Olegario González de Cardedal. Sin más preámbulos, me lanzó esta pregunta: “¿Qué libro traes ahora entre manos´. “Este de Guardini”, le contesté. “Daría por él todo cuanto he escrito”, fue su comentario. Los dos estábamos de acuerdo. El librito de Guardini, traducido por J. Mardomingo y prologado por A. López Quintás, no es la obra de un científico, ni de un filósofo, ni de un teólogo. Es sencillamente el regalo de un sabio que, en el último cuadrante de la vida, ha logrado sedimentar y organizar innumerables conocimientos, pasándolos por el filtro de la propia experiencia acumulada. El libro de Guardini es personal, casi autobiográfico, afirma Quintás.
El ilustre mercedario indica acertadamente que Romano Guardini, en esta pequeña joya literaria, “no, realiza una investigación psicológica o sociológica de las etapas básicas de la vida humana”. Lo que él pretende, en última instancia, es encontrar el sentido de la existencia del Sapiens en el planeta Tierra: “Le preocupa descubrir el sentido de dicha vida en las etapas ascendentes y descendentes, incluso en los momentos límite de éstas”. Quizá, a veces no resulte nada fácil encontrar ese sentido. Por ejemplo, cuando la biología del ser humano se desmorona por edad o enfermedad. Sin embargo, siempre y en cualquier circunstancia se puede (y se debe) alumbrar el sentido de la vida, como mostró y demostró V. E. Frankl en su famoso libro “El hombre en busca de sentido”.
El Sapiens, en cuanto ser temporal y mundano, tiene un comienzo (nacimiento) y un final (muerte). Entre estos dos extremos discurre inexorablemente la vida humana, pudiendo señalar varias etapas en la trayectoria. Algunos autores enumeran hasta nueve. Otros hablan de siete, seis, cinco? Cualquier distribución tiene bastante de convencional . Lo más corriente es reducirlas a cuatro: niñez, juventud, edad madura y vejez. En esta “itineratio”, en este “discurrir” que es la vida, el sujeto es siempre el mismo, pero no lo mismo. Cada etapa es distinta de las otras, aunque todas pertenecen a la misma persona. Como escribe R. Guardini, “el hombre se va caracterizando de modo siempre nuevo. Sus estados corporales y psíquicos cambian constantemente… Las diferencias que surgen son a veces tan grandes que parecen poner en cuestión la identidad misma; sobre todo cuando se llega a fenómenos anormales; por ejemplo, de tipo esquizoide. Y, sin embargo, se trata siempre de la misma persona. La diferencia de los estados no anula la unidad. Sino que ésta se reafirma en esa misma diferencia. Incluso en la aparente destrucción de la personalidad, se sigue entreviendo tal unidad por detrás de la catástrofe”.
El paso de una etapa a otra no se realiza sin dificultades, en ocasiones traumáticas. Son auténticas crisis. Guardini analiza con finura y perspicacia las cuatro crisis fundamentales: la de la maduración, la de la experiencia, la de los límites y la de la dejación. En el libro, que está enfocado desde la perspectiva de la ética y la pedagogía, señala su autor que cada etapa (y la crisis correspondiente) abre al hombre a nuevos horizontes, y le permite adquirir formas nuevas y superiores de estabilidad. El Homo Sapiens puede (y debe) otorgar sentido a todas y a cada una de ellas ¿Cómo? López Quintás nos recuerda lo que Guardini expuso en otro librito suyo de la misma época (La aceptación de sí mismo): “Lo decisivo en la vida humana es aceptar el propio ser, con sus condiciones y en todo su alcance. Hay que aceptar la propia vida como un don que se nos otorga en el origen, y como un obsequio que debemos ofrecer gustosamente, al final, a Quien nos la dio (al Otro)”, habiéndolo ofrecido también a los Otros en el decurso de la vida terrena.
En la recapitulación que hace Guardini al término de “Las etapas de la vida”, reafirma y matiza aún más las ideas anteriores: “Estas fases forman el conjunto de la vida? (Esta) lleva sobre sí cada fase y hace que pueda ser lo que ella misma es. Cada fase existe a su vez con vistas al todo y a cada una de las demás fases. Lo que la dañe dañará también al todo y a cada parte del mismo… Por otro lado, cada fase constituye por sí misma una forma de vida peculiar, tiene su sentido propio y no se la puede sustituir por ninguna otra”.
Estas palabras podrían ser muy bien el colofón de “Las Edades del Hombre”, libro en varios volúmenes que han ido apareciendo en la Biblioteca de Cultura Tradicional Zamorana. Juan Manuel Rodríguez Iglesias tiene ya preparado para su publicación el tercer volumen, dedicado a la investigación de la enfermedad, la vejez y la muerte, tal como son vividas por los habitantes de nuestros pueblos. También ellos han tratado de encontrar o alumbrar el sentido en/de cada etapa, a través de creencias, ritos, instituciones, prácticas culturales de la más diversa índole…, buscando la manera de superar la crisis que suele generar el paso o tránsito de una etapa o “edad” a otra. A Guardini le hubiese gustado conocer sus aportaciones.