Proteger la vida, el primer deber de todos
Llevamos años en esta difícil situación económica que afecta a tantos miles (millones) de personas. Los gobernantes, si son responsables, saben que deben tomar medidas que pueden ser duras, exigentes, pero necesarias para ir remontando poco a poco, aunque algunas resulten antipopulares. Una economía aceptable es sin duda necesaria para la subsistencia y el desarrollo de los pueblos. En general lo comprendemos y nos apretamos el cinturón, aunque sólo sea porque no hay más remedio. Y a veces “descubrimos” que efectivamente se puede prescindir de algunos gastos que nos parecían necesarios y no lo son tanto…
Pero esta decisión de afrontar con valentía la difícil situación no se ha puesto todavía en enderezar el rumbo de una “deriva” aún más primaria y esencial que la economía, que es sencillamente proteger la vida humana desde su concepción. Y objetivamente hay razones poderosas para hacerlo sin más dilaciones.
Aquí no se trata de conseguir los medios materiales para poder vivir, se trata de algo más elemental: “dejar vivir” al que ya ha venido a la existencia en el seno materno. Si es un deber grave de todos y particularmente de los que gobiernan proveer los medios necesarios para la vida, ¡más grave y necesario será aún respetar y proteger la vida misma!
Si la crisis económica afecta a muchos miles de personas, los que no hemos protegido y no han llegado a nacer superan esa cifra. Los que ahora pasan estrecheces al menos viven y pueden acabar saliendo de esa situación; los niños abortados en el seno materno ciertamente no tendrán esos problemas, ¡pero a qué precio…!
Así como hay muchos que no darán su confianza a los poderes públicos que no sean capaces de sacarles de la crisis económica en un tiempo razonable, habrá también sin duda muchos otros (coincidentes o no con los anteriores) que tampoco darán o renovarán su confianza en los que no hayan sabido o no hayan querido legislar a favor de la protección de la vida desde la concepción, cambiando o derogando las leyes que sean precisas. Para un considerable número de personas este es un principio básico fundamental. Ver vídeo Marcha pot la Vida. Madrid 2013, pinchando: AQUÍ
Por otra parte, si nosotros no queremos proteger adecuadamente la vida de nuestros hijos (concebidos no nacidos, sean deseados o no) ¿con qué derecho vamos a pedir que ellos (los que lleguen a nacer) respetarán la nuestra cuando ya no podamos ayudarles (por edad, enfermedad o falta de medios)? ¿Se puede decir que un pueblo es avanzado, civilizado, respetuoso de los derechos humanos, modelo de convivencia, si no respeta la vida de los más inocentes y necesitados de protección?
Juan Moya, Doctor en Medicina y Doctor en Derecho Canónico.