50 Retazos sacerdotales. Hoy: Julio Lozano Rodríguez (Ordenado en 1969)
A continuación os ofrecemos el testimonio vocacional de Julio Lozano Rodríguez, Vicario episcopal suroeste. “Desde siempre” es el título de su testimonio, que se da a continuación y que está incluido en la página 21 del libro “Alzaré la copa de la salvación”. En este libro 50 sacerdotes de nuestra diócesis nos cuentan su vocación. Se encuentra a vuestra disposición en la Delegación de pastoral vocacional.
Testimonio
Siempre he creído y creo que el Señor ha escuchado la oración de mi abuelo Higinio, hombre austero, trabajador y sobre todo creyente. Él pedía insistentemente a Dios por las vocaciones sacerdotales. Mi abuelo fue un magnífico testimonio de este aspecto central de la pastoral vocacional: “Pedid al dueño de la mies…”. Dios cumplió su promesa. Los cuatro sacerdotes de Villamantilla pertenecemos a “su” familia.
En el origen de mi vida cristiana y, por ello, de mi vocación está la fe de mi abuelo, mis padres y tantos otros. Y está también la veneración suprema que el pueblo tiene al Señor y a su Madre, en las imágenes de “el Cristo y la Dolorosa”.
En un pueblo pequeño como el mío, no había movimientos o grupos cristianos que ayudasen a plantearse la vida cristiana con hondura y con otros. Siendo yo adolescente, recuerdo con gratitud la entrega y el testimonio de algún sacerdote, en su tarea de potenciar la relación con el Señor, en un tiempo tenso, con problemas de relación entre unos y otros, por políticas mezquinas. En aquel momento yo experimenté una llamada del Señor a salir de la pasividad, buscando y haciendo notar la necesidad de la concordia y el perdón. No estuve sólo, unimos oraciones, intenciones y esfuerzos por la reconciliación apelando al “Cristo” de mi pueblo. El empeño fue difícil, pero gozoso al comprobar que Él lo hacía fructificar.
¿Por qué cuento eso? Porque mirando hacia atrás veo que desde aquellos años, el Señor, a mí que siempre fui tímido, me ha ido abriendo y sacando de mí mismo, llamándome progresivamente.
Después dejé el pueblo para estudiar magisterio en Madrid. Mis padres me buscaron la residencia “Divino Maestro”, ¡providencial!. Nueva etapa con oración, grupo, dirección espiritual,… Hace poco comentaba con dos benedictinos cuánto tuvieron que ver, en el descubrimiento de mi vocación sacerdotal, los ratos que iba a rezar al cercano Monasterio de Montserrat de la calle S. Bernardo.
En esta etapa, se abrieron mis ojos y corazón a muchas realidades educativas, culturales, sociales y eclesiales. Con el capellán y en el grupo surgió el planteamiento de ser sacerdote. También lo hablé con el sacerdote de mi pueblo, que me orientó al Seminario Conciliar de Madrid. Entré en el Seminario el día 24 de septiembre de 1960, fiesta de Nuestra Señora de la Merced.
No sé si tengo una memoria muy selectiva, pero para mí fue una experiencia preciosa de encuentro con el Señor y su Iglesia. A la vez fue un tiempo en que me pregunté muchas veces sobre mi capacidad para el ministerio. Recibí la ordenación el día 23 de junio de 1969, en la vigilia de la Natividad de S. Juan Bautista. Recuerdo que me dijeron “tu lees la 1ª lectura” (Jeremías 1,4-10). Mientras la leía se me quebraba la voz. Yo me decía “esto va por mí”. Aquello retrataba mi vocación, lo que siempre había experimentado. La transcribo ahora, porque me sentí y me siento reflejado: “En tiempo de Josías, recibí esta palabra del Señor: antes de formarte en el vientre te escogí, antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles. Yo repuse: ¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho. El Señor me contestó: No digas ´soy un muchacho´, que adonde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte. –oráculo del Señor–. El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me dijo: Mira: yo pongo mis palabras en tu boca; hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para edificar y plantar“.
Así pues, la respuesta a la pregunta ¿por qué soy sacerdote? me la dio el Señor durante la formación en el Seminario y la confirmaba en la ordenación. Respuesta que después de cuarenta y tres años de sacerdocio sigue coincidiendo. Lo que sigue desde entonces a hoy es – cada vez más unido a la Iglesia, con la Luz del Señor y las sombras mías- la vivencia y el ejercicio de la elección que hizo el Señor. Para mí es patente que Él es el único Señor y Santo, que me ha unido a su Caridad pastoral, para que sea testigo y ministro de ella. Yo un privilegiado.