50 Retazos Sacerdotales: Gil González Hernán (Ordenado en 1978)
A continuación os ofrecemos el testimonio vocacional de Gil González Hernán, Vicario episcopal norte. “No es obra de nuestras manos” es el título de su testimonio, que se da a continuación y que está incluido en la página 45 del libro “Alzaré la copa de la salvación”. En este libro 50 sacerdotes de nuestra diócesis nos cuentan su vocación. Se encuentra a vuestra disposición en la Delegación de pastoral vocacional.
Testimonio
El 27 de Mayo de 1978 fui ordenado sacerdote por el entonces Cardenal-Arzobispo de Madrid D. Vicente Enrique y Tarancón; Desde entonces han pasado 34 años y algunos meses. Después de este tiempo ¿Qué puedo decir sobre cómo lo he vivido y cómo lo vivo hoy?. El día de mi primera misa en Robledillo de la Jara (Madrid), de donde soy natural, elegí como evangelio el de la providencia divina (Mt. 6, 25-34). Ciertamente no me ha faltado Dios en este tiempo: el ha velado por mí y me ha ido conduciendo, ha ido haciendo su obra. Siempre quise servir a la Iglesia desde el ministerio sacerdotal allí donde el Obispo dispusiera (siempre he pensado que era el mediador que Dios ponía en mi camino) y en el oficio que él me encargara: lo que yo siempre deseé era ser sacerdote y ese ministerio lo ejercía bien como vicario parroquial, bien como párroco o como Vicario Episcopal. En estos años he hecho de todo: los primeros catorce y medio como vicario parroquial en Aranjuez (un año), San José Obrero de Móstoles (8 años), Purificación de Nuestra Señora (cinco años y medio). Después durante cinco años y medio fui párroco en Virgen de los Llanos hasta finales de septiembre de 1998 cuando D. Antonio María Rouco Varela me nombró Vicario Episcopal de la Vicaría V- Sur: allí he permanecido catorce años; durante tres simultaneé esta tarea con la Vicaría IV-Sureste y en Enero de 2012 el Sr. Cardenal me encomendó la Vicaría 1-Norte donde permanezco en este momento.
A lo largo de este tiempo el mundo ha cambiado mucho y yo también: los acentos han ido cambiando, pero siempre puedo decir que he encontrado la ayuda necesaria en Dios para realizar el ministerio. A lo largo de este tiempo, sobre todo desde que ejerzo como Vicario episcopal veo cada día la diversidad y la riqueza de la vida de la Iglesia y la entrega generosa de sacerdotes, religiosos y laicos, pero también observo que en ocasiones esta diversidad se vive como un problema y no como un don de Dios. Aquí todos tenemos tarea por hacer: sacerdotes y laicos, parroquias y movimientos, religiosos…Cuidar, fomentar, vivir la comunión: somos servidores de la comunión.
¿Qué me parece valioso a la hora de realizar el ministerio?. Debemos cuidar la vida interior, necesitamos cultivar nuestra identificación con Cristo, la oración y la Eucaristía, que nos van a hacer fuertes para combatir nuestras debilidades y nuestras pasiones y nos van a ayudar a discernir lo que viene o no de Dios y lo que Dios quiere de cada uno de nosotros en cada momento. Ellas nos van a hacer fuertes para soportar las adversidades (siempre aparecen de una u otra manera).
Me parece muy valiosa la acogida bondadosa que podemos realizar: querer a aquellos que nos han sido confiados y preocuparnos por ellos teniendo un corazón compasivo. Y ¿qué decir de la alegría? No puede faltar la alegría: somos Hijos de Dios y estamos llamados a vivir con Dios para siempre ¿Cómo, siendo conscientes de esto, podemos vivir tristes o amargados?
La sencillez y la humildad no la debemos descuidar: es Dios quien nos ha llamado, nos ha elegido y nos ha hecho capaces para esta tarea; no es obra de nuestras manos sino de la gracia de Dios en nosotros.