¿Por qué soy sacerdote? “Hemos conocido el Amor y hemos creído en Él”
Soy José Luengo Coloma, tengo 32 años y soy Sacerdote de Jesucristo desde el 2 de Mayo de 2010. Nací en Madrid, soy el tercer hijo de una familia sencilla y poco practicante, pero siempre mis padres fueron conscientes de la importancia de transmitirnos la fe que ellos habían recibido, aunque fuese por tradición.
Gracias a mis padres, fui bautizado y más tarde me llevaron a la Iglesia para hacer la primera Comunión, donde pude entrar en contacto con el Señor. Puedo decir que la vida cristiana me “ensanchó”, descubrí con el paso de los años lo que el Señor había ido haciendo en mi vida y como Él se había hecho presente en cada momento: en el colegio, en la universidad, en el trabajo… pero en mi surgía una pregunta: ¿Soy feliz? ¿Estoy haciendo mis planes o los de Dios? Me resultó difícil discernir que quería el Señor de mi, pero puso buenos instrumentos para decir un día “SI”, lo primero vivir la fe dentro de la Iglesia, en concreto en la Parroquia de San Germán, donde desde el principio, los catequistas, los sacerdotes… me mostraron que “hay mas alearía en dar que en recibir”.
En mí se despertaba cada vez más… un deseo de entregarme por la causa de Cristo a su Iglesia, pero también eran muchos los planes que tenía para mi vida (crear una familia, tener un buen puesto de trabajo…), los miedos e inseguridades me impedían ser consciente de que el verdadero Amor que me había ido seduciendo durante años, tenía un nombre: JESUCRISTO.
Y asi fue, después de participar en la Jornada Mundial de la Juventud de París, Roma, Taranto y otros encuentros, resonaban continuamente esas palabras del Beato Juan Pablo II: “No tengáis miedo, abrid el Corazón a Cristo”. Sabía que era una llamada personal, Él me llamaba por mi nombre y me invitaba a fiarme del plan que tenía para mí.
Después de los años de formación y discernimiento en el Seminario de Madrid, el Señor llevó a término la obra buena que un día comenzó en mí. Y ahora puedo decir… que no lo cambio por nada ni por nadie, como dice San Pablo: “Para mi, la vida es Cristo”. Y así lo puedo vivir cada día, en la Parroquia de Nuestra Señora de la Misericordia donde estoy ejerciendo estos primeros pasos de mi sacerdocio, en cada persona, cada rostro, cada sonrisa, cada llanto… en mi corazón se repite continuamente: “Hemos conocido el Amor y hemos creído en ÉL”.