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¿Por qué soy sacerdote? Porque Dios lo quiso…

 

Ignacio Loriga Bardaxí

Lo puedo responder de muchas formas distintas: Porque Dios lo quiso, lo quiere y lo querrá. Porque me hace feliz.Porque me permite contemplar cada día como en mis manos sacerdotales se hace presente Cristo con su Cuerpo y con su Sangre. Porque no quiero ser otra cosa en mi vida que Cristo en medio del mundo. Porque puedo ser testigo predilecto de la misericordia de Dios que nos limpia de nuestros pecados.

Porque me gusta compartir las alegrías de los demás.
Porque quiero hacer mío el sufrimiento de mis hermanos y cargar con ellos sus cruces.
Porque deseo gastar mi vida y no guardarme nada para mí. Porque prefiero servir a ser servido. Porque me atrae ir contracorriente
Porque me gustan las sorpresas y Dios nos tiene reservadas unas cuantas cada día a los sacerdotes.
Porque compruebo a cada instante que el Espíritu Santo actúa por medio de mí. Porque quiero estar con aquellos que son apartados por los hombres. Porque me gusta ver llorar o reír, a un niño cuando derramo sobre su cabeza el agua del bautismo y se abre para él la vida de los hijos de Dios, de los hijos de la Iglesia.
Porque me conmueve estar delante de dos novios que se comprometen para toda la vida con Jesucristo como cabeza de su familia. Porque rezar junto a un moribundo y su familia me eleva el espíritu hasta el cielo.
Porque tener cerca a un joven que desea ser sacerdote me lleva de nuevo al entusiasmo de mi primera llamada.
Porque la fidelidad me parece un valor indispensable y yo le respondí que sí a su propuesta. A ejemplo de María quiero ser fiel a la palabra dada. Porque sin esfuerzo alguno me lleva a estar rodeado de buenísimos hijos de Dios.
Porque mientras escribo estas letras aparece una familia entera que se quiere confesar, y poder hacerlo es un tremendo privilegio para mí. Porque cuando termine de escribirlas presidiré la Santa Misa y la necesito más que respirar.
Pero sobre todo soy sacerdote porque me encanta todo lo dicho anteriormente. Soy un pobre pecador que sería incapaz por mí mismo de sacar adelante ni una sola de estas propuestas. Dios está pendiente siempre de sus hijos, ¿cómo no estarlo de uno de sus sacerdotes? Él me llamó, me preparó, me ordenó, y pese a mi insistente torpeza, hace real lo que para mí es imposible, que todas estas cosas sean lo cotidiano de cada uno de los días de mi vida desde que recibí la ordenación.
¿Por qué soy sacerdote?