¿Por qué soy sacerdote? (VIII):’Mientes, y lo sabes”… el comienzo de una vida nueva

Esta es la frase que mi profesor de religión en el instituto me dijo después de una discusión con él. Intentaba convencerle de que mi vida era plenamente feliz y, después de una acalorada discusión, me soltó esa bomba, mientes y lo sabes.
Vengo de una familia que me lo ha dado todo menos la fe. Soy el cuarto de cinco hermanos. El cambio de una provincia a la capital a los 15 años marcó mi vida. En Madrid me esperaba el Señor como yo no podía imaginar. Por esas cosas que llamamos casualidades fui a parar al Colegio Arzobispal donde estudiaban también los chicos del Seminario Menor. Pronto me despertaron antipatía por un hecho muy sencillo. Todos llegábamos el lunes a clase contando maravillas del fin de semana, cuando en realidad había sido igual de aburrido que todos los anteriores. Los que querían ser curas llegaban el lunes y se abrazaban… estaban felices de verse, y no necesitaban contar batallas llenas de fantasía. Mi vida era bastante sencilla. Estaba con la gente que quería, (os jevis de mi barrio, hacía más o menos lo que me daba la gana, pero nadie me quitaba que por las noches, a la vuelta de la última borrachera me echara a llorar porque nada me llenaba.
Llegó el curso en el que me encontré con aquel profesor de religión. Mi asombro nació cuando empezó a hablar. ¡Por fin alguien que habla de algo que interesa! Comenzó describiendo el deseo del corazón como un deseo infinito, que nada de este mundo llena, por muy divertido que sea lo que hagas. ¡Eso es lo que me pasa a mí! ¡Eso es lo que me pasa! De la simpatía pasé al enfrentamiento porque lo que contaba significaba un cambio absolutamente radical en mi vida. Después de la famosa frase del principio, me invitaron a un campamento de verano. Allí me encontré con Jesucristo de bruces. No hay otra explicación. Me encontré con Jesucristo. Recuerdo que el último día de aquel campamento, le dije al sacerdote que nos acompañaba: ¡Esto no me lo habías dicho antes!
Mi corazón descansa. Mi deseo vive en una estrecha pertenencia a Jesucristo. Todo lo que buscaba en aquellas noches que yo quería que fueran infinitas era a Jesucristo.
Me quiso sacerdote. Toda mi historia personal tenía sentido sólo desde aquel encuentro en el campamento. Todo tenía una unidad de sentido. Ser sacerdote es aquello para lo que he nacido. Hoy estoy más feliz de ser sacerdote que el día que me ordené. Para quien pertenece a Jesucristo, el tiempo corre a favor. Gracias Jesús. Qué sería de mí sin Ti.