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Dios en primera plana

Dawkins y el arzobispo Williams

El debate entre el biólogo Dawkins y el arzobispo anglicano Williams ha sido seguido con mucho interés en todo el mundo, señal de que Dios no está tan ausente del pensamiento contemporáneo.

El origen de todo

Por lo visto Dawkins afirma que todo ha surgido de la nada y «no hace falta invocar a Dios como creador del universo». Sin embargo, tan razonable parece una postura como otra, aunque sociológicamente la segunda es abrumadoramente mayoritaria en el espacio mundial y en el tiempo histórico. A modo de ejemplo recordemos a M.Heidegger que se hace la gran pregunta «¿Por qué el ser no la nada?», en coincidencia con aquel Parménides presocrático.

Parece que Dawkins no valora el relato del Génesis sobre la creación del hombre y la mujer -«nunca hubo un primer ser humano, todo fue un cambio gradual»- , y opone la autoridad de la ciencia como explicación segura. Pero resulta que los relatos de la evolución tienen grandes lagunas, eslabones perdidos, y falta de comprobación experimental. No pasan el tamiz del principio de falsación propuesto por Karl Popper, personaje bien conocido en el pensamiento científico contemporáneo.

Para conocer un poco el carácter científico de esta disciplina bastaría acudir al Museo de la Biblia, a la Escuela Bíblica en Jerusalén, a la biblioteca del Vaticano, o sin ir más lejos a la espléndida biblioteca de Oxford sobre esa materia, así como sobre los géneros literarios. Sólo para adentrase en el conocimiento de las lenguas, de la historia y la cultura del pueblo hebreo desde la exégesis llevaría toda una vida, esa que sí han gastado eminentes profesores de la talla de B. Anderson,  H.Cazelles, L. Bouyer, o J.Ratzinger.

Las catástrofes del azar

Parece que Dawkins tiene la respuesta para las cosas terribles y trágicas que pasan en el mundo en forma de catástrofes, pues serían naturales «en un universo gobernado por el azar ciego». No resulta fácil entender cómo un azar ciego puede “gobernar” nada, y es que hasta Dawkins tiene que emplear esa palabra que presupone un sujeto para atribuirle acciones inteligentes, y además con cierta dosis de voluntad, aspectos que apuntan hacia un ser personal. Por otra parte pienso que muchas víctimas de catástrofes naturales, de las guerras provocadas por los hombres, o de la violencia inhumana de unos sobre otros, no se conforman con el azar como respuesta a su pregunta ¿habrá una justicia trascendente que ponga a cada uno su sitio? Los intentos de respuesta recorren toda la historia del pensamiento desde antes de Platón, Aristóteles, los salmos, Agustín, o de las víctimas del holocausto. Y en cambio, millones  de personas han encontrado sentido a su dolor y paz en su corazón cuando han mirado al Niño de Belén o a la cruz del Gólgota donde Jesús morirá pocos años después.

Las dos alas

En realidad vemos unidas a la ciencia, la filosofía y el sentido común cuando comprueban que hay realidades tan superiores que resultan inabarcables para las técnicas humanas, cosa que se le escapaba a aquel cirujano descreído cuando manifestaba satisfecho que no había encontrado nunca el alma al operar el cerebro de sus pacientes. En cambio, G.K.Chesterton decía con lucidez y buen humor que Dios y su mundo es tan grande que no cabe en nuestra cabeza, cosa que saben bien los teólogos, literatos y artistas, mientras que los racionalistas intentan meter en su cabeza a Dios… y estallan.

Por tanto, el biólogo Dawkins permitirá que la mayoría de los mortales, sigamos creyendo en Dios, en su Providencia, y en la espiritualidad de los hombres. Y no sólo mediante la fe del carbonero sino con verdaderos razonamientos como hace la ciencia teológica, cultivada por millares de intelectuales a lo largo de los siglos, como Gregorio de Nisa, Ambrosio de Milán, Isidoro de Sevilla, Benito de Nursia, Alberto Magno, Tomás de Aquino, K. Rahner, o sencillamente Benedicto XVI. Va a tener razón Juan Pablo II cuando escribía que la fe y la razón son como dos alas mediante las cuales el espíritu humano se remonta hasta la verdad.

Jesús Ortiz López. Catedrático de Derecho Canónico