¿Cuál es la mejor edad?
La corta edad no hace la innovación ni empuja cambio alguno, las transformaciones las producen los emprendedores, la capacidad es innata a los individuos viejos o jóvenes
Francisco José Abad
Desde Barcelona.- La corta edad no hace la innovación ni empuja cambio alguno, las transformaciones las producen los emprendedores, la capacidad es innata a los individuos viejos o jóvenes. Por eso, solía decir el beato Juan Pablo II que “la juventud no es una edad cronológica sino una actitud ante la vida” y ejemplos sobran de jóvenes que parecen ancianos y de viejos que, por su dinamismo, parecen unos chamos. Sirva para graficar el punto de esta entrega, la vida y obra de Ángelo Giuseppe Roncalli, mejor conocido como el beato Juan XXIII, quien asumió el papado a los 77 años de edad, el 25 de enero de 1959.
Su designación pretendía un pontífice de transición por su avanzada edad y el largo período de su predecesor. Pero, para sorpresa del mundo, este ha sido el Papa más emprendedor y renovador de todos los tiempos y a él se deben las profundas transformaciones de la Iglesia católica que conocemos hoy.
Acostumbraba visitar los templos de su diócesis como Obispo de Roma, a los niños enfermos en los hospitales y a los privados de libertad en las cárceles. Se enfrentó al poder de la curia más recalcitrante cuando rebajó los altos estipendios que apalancaban la vida de opulencia y lujo de muchos cardenales y obispos.
Mejoró las condiciones de los trabajadores del Vaticano, nombró por primera vez como cardenales a obispos africanos e indios (como los 37 que designó entre los que se encontraron un venezolano, un mexicano, un japonés, un filipino y un Tanzano). Se reunió con el arzobispo de Canterbury, Geoffrey Francis Fisher, máximo pastor de la Iglesia de Inglaterra, siendo la primera vez después de la excomunión de Isabel I en más de 400 años que católicos y anglicanos dialogaban.
Excomulgó a Fidel Castro el 3 de enero de 1962 y canonizó al primer santo negro de América, San Martín de Porres. Su mayor decisión fue convocar el Concilio Vaticano II, que abrió sus puertas el 11 de octubre de 1962, lo que permitió renovar la liturgia de la Iglesia católica, que se acercó más al pueblo de Dios al celebrar la misa en el idioma de cada país.
Puso en claro que el Concilio no buscaba condenar errores pasados ni diseñar nuevas verdades, sino que pretendía renovar la Iglesia para que se transmitiera con más eficiencia el evangelio de Cristo. Propugnó que se debía tomar lo bueno de los nuevos tiempos estableciendo una interacción profunda con el mundo moderno, buscó acentuar lo que une a los seres humanos y no aquello que los separa, por ello se acercó al resto de las iglesias cristianas y no cristianas, invitando al Concilio a representantes de todos los credos.
El 23 de mayo de 1963 la Iglesia anunció al mundo de manera pública la terrible enfermedad que padecía el Papa (cáncer de estómago). Murió el 3 de junio de 1963 el recordado “Papa bueno”, el “Papa más amado de la historia”.
He considerado pertinente ofrecer el ejemplo de una vida ejemplar dedicada al servicio desinteresado al prójimo. Me parece que los venezolanos debemos reflexionar en esta hora y buscar lo que nos une para renovar nuestros votos de solidaridad nacionalista, aprovechando la pasión vinotinto que nos ha contagiado a todos, sin permitir que la propaganda oficial nos aliene unos contra otros.
Francisco José Abad. El tiempo.com.es