Blog

Dar la vuelta al Halloween

Los irlandeses que emigraron a los Estados Unidos llevaron con ellos sus tradiciones marcadas por la arraigada práctica de la fe cristiana. Como hacían en su país de origen, el primer día de noviembre celebraban la fiesta de Todos los Santos, y, al día siguiente, el 2 de noviembre, rezaban por los difuntos.

La fiesta de Todos los Santos se celebra en toda la Iglesia desde el siglo IX. La costumbre de dedicar el día 2 de noviembre a rezar por los difuntos la comenzó a vivir S. Odilón, abad de Cluny en el siglo X y en el siglo XIV Roma adoptó esa práctica que se fue extendiendo por todas partes.

Halloween  es  la deformación estadounidense del término “All Hallows’ Eve” Vigilia de Todos los Santos. La fiesta actual es una mezcla de algunas tradiciones anteriores al cristianismo con algunos elementos de esas antiguas fiestas cristianas. Hace pocos años desde las pantallas de Hollywood pasó a la vieja Europa la moda de ponerse una calabaza en la cabeza y  conjurar el miedo a la muerte con una fiesta infantil, que está a medio camino  entre el carnaval y la petición del aguinaldo, que hacen los niños cristianos de tradición latina en Navidad.

Desde hace tiempo, cristianos de todo el mundo están tratando de recuperar el sentido cristiano de la Fiesta de Todos los Santos. En Chile, por ejemplo, ha nacido una iniciativa para dar la vuelta al Halloween.  Los organizadores proponen para el próximo 31 de octubre invitar a niños y jóvenes a disfrazarse con temas positivos; salir con alegría a saludar a los vecinos y a pedir dulces; entregar algo a cambio de los dulces: tarjeta, poesía, canción o una oración, lo que llamamos una ‘gracia’, y decir “dulces por gracias”.

En otros lugares, los padres que quieren dejar a sus hijos la herencia de una fe cristiana vivida con coherencia, les explican el sentido de la Fiesta de Todos los Santos y de la Conmemoración de todos los difuntos, aclarándoles el origen del Halloween, una moda ya con tintes comerciales importada de los Estados Unidos, que ha desplazado poco a poco en muchos hogares cristianos la riqueza de la fiesta de Todos los Santos y la costumbre de rezar por los difuntos al día siguiente.