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La eutanasia de hoy, «de guante blanco» como la eugenesia de ayer: la orden nazi y el caso Asperger

El doctor Asperger, con pacientes pediátricos en su clínica.

El doctor Asperger, con pacientes pediátricos en su clínica.

En abril, Molecular Autism dio a conocer una investigación del historiador Herwig Czech (“Hans Asperger, el nacionalsocialismo y la ‘higiene racial’ en la Viena nazi”) precedida por un inhabitual editorial justificando la publicación:  no en vano resultaba afectada la reputación del doctor Hans Asperger (1906-1980), pediatra responsable de avances decisivos en el estudio del autismo, y que era involucrado en el programa de eugenesia nazi. Al comentar el caso en In TerrisMilena Castigli hizo un repaso a las condiciones de actuación de ese programa, que resulta interesante rescatar cuando las leyes de aborto y eutanasia (homicidios “de guante blanco”, según reciente expresión del Papa Francisco).

Herwig Czech, durante una conferencia en el Instituto de Ciencia y Tecnología austriaco, quien le comisionó hace once años para estudiar los hospitales psiquiátricos nazis.

Hans Asperger, el pediatra austríaco pionero en el estudio sobre el espectro autista, parece haber estado involucrado en el programa de eugenesia llevado a cabo por los nazis y que llevó al asesinato de miles de personas con minusvalía. Niños incluidos. Lo sostiene el historiador de la Medicina Herwig Czech, de la Vienna Medical University.

La acusación

La tesis del investigador está basada en el estudio de documentos originales de la época que nunca antes habían sido estudiados. De ellos emergería una verdad silenciada durante decenios, a pesar de que la comunidad científica tenía sospechas al respecto desde hace años. Según esta tesis, que tendrá que ser confirmada por otros estudios, Asperger, a pesar de que nunca se afilió al partido nazi de Adolf Hitler, habría “apoyado públicamente las políticas de higiene racial” perpetradas por el Tercer Reich, incluidas las esterilizaciones forzadas, colaborando “activamente, en distintas ocasiones, en el programa nazi de eliminación de niños“.

El doctor Asperger, cuando ya era una eminencia mundial en el ámbito de la pediatría.

Concretamente, el pediatra habría enviado a algunos de sus pequeños pacientes, entre ellos a dos niñas de 5 y 2 años juzgadas “no aptas para la sociedad”, al tristemente célebre Am Spiegelgrund, centro vienés de eutanasia infantil. Asperger -conocido por el homónimo síndrome, considerado como un trastorno pasivo del desarrollo entroncado con el autismo, del que parece ser sufría el médico-, también habría formado parte de la comisión encargada de decidir el destino de unos 200 pacientes de otro departamento de pediatría, 35 de los cuales, afirma Czech, fueron juzgados “imposibles de educar” y seguidamente eliminados por inyección letal o gaseados. Eugenesia disfrazada de “acto de piedad” hacia los propios enfermos.

“Vidas indignas de ser vividas”

La eugenesia -un conjunto de teorías y prácticas cuyo objetivo es mejorar la calidad genética de un determinado grupo de individuos, fomentando la reproducción de sujetos socialmente deseables, pero previniendo el nacimiento de sujetos indeseables por medio del infanticidio y el aborto-, no es una invención del Reich nazi. En 1920 se publicó en Alemania un libro del psiquiatra Alfred Hoche en el que las personas con minusvalía, enfermedades mentales o los enfermos incurables son definidos como “vidas indignas de ser vividas” y un “peso económico insostenible”, proponiendo su eliminación física. Tesis retomada plenamente por el nacionalsocialismo, que hizo de la supuesta superioridad de la raza aria su caballo de batalla.

La operación Aktion T4

El 1 de septiembre de 1939, con el fin de salvaguardar la “pureza de la raza aria”, por orden de Hitler se inauguró con gran secreto la operación Aktion T4 para eliminar a las personas “no conformes”.

El nombre proviene de la dirección de la Oficina encargada por el Reich para llevar a cabo la operación, que tenía su sede en el número 4 de la Tiergartenstrasse de Berlín, en una villa confiscada a una familia judía.

El Decreto Eutanasia

El 18 de agosto de 1939, el ministro del Interior nazi promulga una ley sobre la Obligación de declarar a los neonatos deformes, con la que se ordena a los médicos denunciar a la Oficina central de la Aktion T4 a los niños nacidos con enfermedades incurables, o gravemente enfermos.

El 1 de septiembre de 1939, el propio Hitler envía una carta al jefe de la Cancillería del Reich, Philip Bouhler, y al Comisario para la Sanidad Pública del Reich, Karl Brandt, con la que se autoriza a los directores de los hospitales psiquiátricos a conceder una “muerte piadosa” a los minusválidos y a los enfermos incurables. Es el denominado Decreto Eutanasia, que da inicio al “proceso de purificación de la raza alemana”.

La eliminación de los menores

Para la eliminación de los niños enfermos se constituyen unidades especiales denominadas Divisiones para la asistencia especializada de los niños. La primera de estas divisiones se crea en octubre de 1939 en Golden, cerca de Brandeburgo. Seguidamente se crean otros veinte centros, a los que se trasladan niños procedentes de clínicas privadas y hospitales públicos, no sólo alemanes. El 20 de septiembre de 1941, el ministerio del Interior nazi envía una circular con la que exhorta a los médicos a convencer a los padres de niños minusválidos a ingresarlos en los centros especiales para que así puedan tener más tiempo para sus hijos “sanos”, como también a señalar los casos de neonatos con trastornos congénitos como retraso mental, síndrome de Down, ceguera, sordera, microcefalia, hidrocefalia, malformaciones o parálisis.

La clínica del horror

Entre los centros del horror dedicados a la eutanasia infantil, uno de los más conocidos es el hospital vienés Am Spiegelgrund. Una vez que un niño llegaba allí, su destino estaba marcado: si era considerado incurable, era eliminado mediante inyección letal en cuanto llegaba; en caso contrario, era tenido “en observación” durante un periodo de tiempo para permitir que se realizaran experimentos científicos sobre su cuerpo.

Muchas familias, convencidas por los médicos a ingresar a sus seres queridos para ser curados, ignoraban las torturas a las que eran sometidos sus familiares: en muchos casos los padres confiaban de buena fe a sus hijos y, cuando volvían al hospital para recogerlos, descubrían que habían muerto. Para no despertar sospechas, los médicos les decían que sus hijos habían muerto por “causas naturales”.

La “muerte dulce”

Lo demuestra la carta que el psiquiatra nazi Ernst Illing dirige a los padres de uno de los muchos niños asesinados basándose en el programa llevado a cabo en las secciones especiales infantiles: “Tengo que comunicarles con pesar -se lee en la carta- que el niño ha muerto el 22 de enero de 1943 a causa de una inflamación en las vías respiratorias. (…) No había hecho ningún tipo de progreso durante su estancia aquí. El niño nunca habría sido útil para la sociedad; más bien al contrario, habría necesitado cuidados toda su vida. Espero que les consuele el hecho que su hijo ha tenido una muerte dulce”.

El primo de Benedicto XVI

Se calcula que de 1939 a 1945 fueron eliminados aproximadamente 5.000 niños, de los cuales casi 700 en la clínica Am Spiegelgrund.

Memorial en Viena a las víctimas infantiles del hospital psiquiátrico.

Entre estos, hay también un nombre “famoso”, el de la familia Ratzinger. El Papa emérito Benedicto XVI -tercer y último hijo de Maria Rieger y Joseph Ratzinger, un comisario de gendarmería abierta y claramente hostil al Reich- vivió su infancia en una casa de Marktl, municipio de 3.000 habitantes, en Baviera. Aunque su familia era aria, experimentó en su propia carne el programa de eutanasia nazi Aktion T4. El futuro Papa tenía un primo, algo más joven que él, nacido con síndrome de Down.

En 1941 -Joseph tenía 14 años-, unos “médicos” nazis se presentaron en casa del joven, en la parte sudoriental de Baviera, e informaron a los tíos del futuro Papa acerca de las nuevas disposiciones del Tercer Reich, que prohibían a los hijos con minusvalía permanecer con sus padres. Ante las vivas protestas de los familiares, los enviados del Reich se mostraron inflexibles: se llevaron al chico y nadie volvió a verlo. Más tarde la familia supo que el pequeño había muerto.

Otro inocente arrollado por la inhumana maquinaria nazi. En memoria de todos ellos, los Aliados llevaron a cabo una investigación judicial para conocer las dimensiones reales de la operación Aktion T4 y para intentar concretar las víctimas y localizar a sus familiares. Sobre la eliminación violenta de estos pequeños se han escrito libros, construido mausoleos, rodado películas. Pero muchas, demasiadas, fueron las connivencias y los silencios que permitieron el holocausto de los niños enfermos. La última, la omertà que ha protegido durante decenios a todos esos médicos que nunca han pagado por sus culpas.

Traducción de Helena Faccia Serrano.