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Cinco sinrazones para no ir a Misa los domingos

Cinco sinrazones para no ir a Misa los domingos

–“La Misa es tediosa y aburrida”.
–“No obtengo nada de la Misa: ¿Por qué debo ir?”
–“El padre dice homilías de 45 minutos y nos cansa a todos…”
–¿Por qué no puedo rezar sólo en mi casa? Acaso ¿Dios no está en todas partes y me ve y oye?

Estas y otras son preguntas comunes, especialmente entre los niños y los jóvenes, pero también entre algunos adultos.

No es fácil responder a estos cuestionamientos y a otros muchos más en ese tenor.

Es posible, en cambio, señalar unas ideas que contribuyan a que los papás y sus hijos no sólo participen de la Misa –como una obligación–, sino que valoren este encuentro único con Dios que tiene lugar en la iglesia.

  1. “Cada semana es exactamente lo mismo….” “Es como una película que ya la vi…. ¿por qué debo ver la misma película cada domingo?”

La Misa no es un entretenimiento, como algo que se ve para luego juzgar si fue agradable, divertido o distinto cada vez. Es el culto que damos a Dios que nos creó y nos salvó. Es una oportunidad única para alabarle a Dios y agradecerle por todo lo que ha hecho y sigue haciendo por nosotros. Si realmente supieras quién es Dios, quién eres tú y cuánto agradecimiento le debes, asistirías a la Misa. La Misa se convertirá en la fuente y el centro de tu vida cristiana, la raíz de tu fortaleza.

  1. Eso de ir a Misa es un invento de la Iglesia católica. Jesús nunca dijo que fuéramos a Misa…

Cuando llegó la hora, Él (Jesús) tomó su lugar en la mesa con los apóstoles… Luego tomó el pan, lo bendijo, y se los dio diciendo: Este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros, hagan esto en memoria mía”.

Esto lo dijo Jesús pocas horas antes de morir; nos entregó el inmenso don de la Eucaristía (su Cuerpo y su Sangre). Cuando celebramos la Misa, repetimos lo que Jesús nos mandó hacer. Al hacer esto, recordamos y recreamos su gran acto de amor infinito por nosotros en la Cruz: toma nuestros pecados sobre sí para que nosotros, si seguimos sus mandamientos, podamos vivir con Él para siempre en el cielo. La Iglesia enseña que tenemos que cumplir el mandato de Jesús (“Hagan esto en memoria mía”), participando en la Misa del domingo. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica nn 2180 y 2181).

El domingo, en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto. El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa. Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde. (cfr. Código Derecho Canónico, 1246-1248).

Antes que nada, la Misa es un sacrificio: el sacrificio perfecto de Jesús. A través del sacerdote ofrecemos a Jesús, en cuerpo y sangre, al Padre, así como Jesús se ofreció a sí mismo al Padre en la Cruz. De forma incruenta (es decir, sin dolor) repetimos –se hace presente– la muerte de Cristo y la Resurrección. A través de este memorial de Jesús, ofrecemos a Dios nuestra alabanza, nuestro dolor por los pecados y nuestro profundo agradecimiento.

  1. Qué flojera y que pereza estar en la iglesia una hora….

Los que se aman dedican tiempo para estar juntos. Y ese tiempo es diario, al menos. Los amigos y los novios se dedican muchas horas a la semana para verse y hablar de todo. Que Dios nos pida que, al menos, dediquemos una hora a la semana para estar con Él, oír su Palabra y enriquecernos con el inmenso don de la Eucaristía… ¿te parece mucho?, ¿Cuántas horas tiene una semana? Son 168. Oye… ¿te parece demasiado dedicarle UNA a Dios? Es lo único que nos manda Dios. Es el mínimo, para que no nos olvidemos de Él. Pero, sobre todo, para que nos dé lo que sólo asistiendo a la Santa Misa nos puede dar. ¿Cuesta? Sí cuesta asistir, pero no hay que exagerar. Si en vez de solo asistir de cuerpo presente, participas, te costará menos. La verdad es que ¡cuántas veces hacemos cosas mucho más difíciles por el beneficio que nos reporta!

  1. Bueno, pero ¿por qué hay que ir físicamente a la iglesia? Yo puedo hablar con Dios mejor encerrado en mi casa…. O incluso puedo ver la Misa ¡por internet desde mi celular, acostado en mi cama!

De acuerdo, hazlo…. Pero a la Misa no vamos sólo a hablar con Dios. Eso lo podemos hacer a toda hora y en todas partes. Tampoco vamos a asistir a una celebración más o menos interesante. Vamos a participar en lo más trascendental que puede darse en esta tierra.

Fíjate bien. En la Consagración, el pan y el vino, por medio del poder del Espíritu Santo, se convierte en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió en la Cruz.

Es verdad que tú puedes ver una Misa en tu celular o en tu tablet, y puedes bajar las lecturas de cada domingo para leerlas. Pero hay una sola cosa que no puedes bajar de internet… La Comunión. Te la tienen que dar físicamente. No es un mero símbolo. Es la comunión. Es decir, la unión más profunda con Dios que puedes tener en este mundo; y con ella alimentarte de la verdadera carne y la verdadera sangre de Jesús bajo la apariencia de pan y vino. Cuando recibimos la Santa Comunión, recibimos al mismo Jesús. Él es la verdadera comida para nuestra alma. Nos lo dijo Jesús: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día.” (Juan 6, 54.

¿Cuáles son los beneficios de la Santa Comunión? Fortalece nuestra unión con Jesús. Él vive en nosotros de manera especial y nos limpia de los pecados veniales (los pecadores mortales requieren el perdón en la confesión). Nos da la gracia para evitar el pecado en el futuro y aumenta nuestro amor por Dios y por el prójimo.

  1. Mis papás dan la señal de que hay cosas más importantes que la Misa.

Con frecuencia los hijos no quieren ir a Misa y se dejan llevar por la flojera… ¿Saben por qué?

Frecuentemente los papás son los primeros que dejan la Misa en domingo por el fútbol, por ir de compras, porque hay una comida… Y esa es una señal que dan a los hijos de que, entonces, la Misa no “es tan importante”. Otras veces van a Misa, pero antes de ir se tardan en salir, lo hacen a última hora, van de poco humor y de alguna forma se están quejando de que “hay que ir a Misa”, Ni modo. Y eso los hijos lo captan inmediatamente.

Pregunta: Después de haber asistido a la Misa dominical, ¿tus hijos notan en ti una paz y alegría interior? Si lo que ven en ti es disgusto, mal humor, respuestas secas, regaños, y oyen tus gritos…. entonces se harán al menos interiormente esta pregunta tan difícil de responder: ¿para qué fuimos a Misa hoy?

Pero si el ambiente de hogar en domingo es todo lo contrario, entonces la reacción de todos podría ser algo como esto: Ya entendí hoy un poco más por qué la Misa… Ya no sólo no dejo de ir. Es que… en verdad ¡ya no me la pierdo!

Si le damos a Dios la oportunidad, nos ayudará a experimentar los enormes beneficios de la Misa y de la Eucaristía. “Si realmente supieras quién eres, quién es Dios y cuánto agradecimiento le debes a Él, querrías ir a Misa. La Misa será la fuente y el centro de tu vida espiritual”. Sé paciente. Anda a Misa en actitud de oración y agradecimiento, y podrás obtener grandes dones espirituales: consuelo, confianza, paz, felicidad profunda y la fuerza espiritual para afrontar los desafíos de la vida. (James Stenson).

 

 IDEAS CLARAS/ Rafael Arce Gargollo