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SÁBADO SANTO

SÁBADO SANTO

Hoy, Sábado Santo, el día entre la muerte en la cruz y la Resurrección de Nuestro Señor, nuestro Párroco comparte con nosotros su Meditación, y un hermoso vídeo sobre como la Iglesia está viviendo esta Cuaresma y esta Semana Santa, tan diferentes, tan especiales.

Hoy Sábado Santo es un día que llamamos alitúrgico. Conmemorando a Cristo en el sepulcro, estamos a la espera de su Manifestación Gloriosa con la Resurrección y no hay celebraciones hasta la Vigilia Pascual.

Al igual que el desconcierto de los apóstoles el Sábado santo, así hoy vivimos algunos está situación. Pero la Iglesia no está cerrada, aunque sí suspendidas las celebraciones públicas La Iglesia sigue viva porque la familia es la Iglesia doméstica. Ahora se reduce el número de participantes en los templos, pero se expanden los lugares de culto a Dios, pues se hace en cada hogar cristiano. Los sacramentos se siguen celebrando, porque la Misa, aunque se celebra sin pueblo, nos sigue beneficiando a todos. Es Cristo quien actúa y el hombre solo se deja inundar de esa acción salvífica Divina. La unción se administra, yo ahora más que nunca. El perdón sigue llegando a nuestras almas por la Misericordia de Dios. Son tiempos distintos pero no de una Iglesia dormida. Ahora llega el momento de ejercer el sacerdocio bautismal de los fieles en vuestras casas, de ser catequistas de vuestros hijos, de convertir en templo vuestros hogares con la oración en familia, siendo sembradores de paz y alegría, fomentando el servicio entre sus miembros, viviendo la caridad estando atentos a las necesidades de vuestros vecinos, cuando eleváis vuestra plegaria al Padre y a María pidiendo por vuestros pastores. La Iglesia está ahora más cerca de vosotros, porque se hace presente en vosotros mismos. Los pastores os tenemos más cerca en nuestro corazón y en nuestras intenciones, y también sentimos la tristeza de no teneros cerca, es cómo quien siente el deseo de abrazaros y tiene que contentarse con un saludo oriental. Aprovechad a descubrir que es también vuestra hora, la de vivir como Iglesia y construir la Iglesia en vuestros hogares.

Me gustaría considerar las actitudes de algunos personajes en el día de hoy. Primero, lógicamente a Cristo, después a la Virgen María, los apóstoles y las santas mujeres.

Cristo está sepultado y nos dice la Escritura que bajó a los infiernos (“ad ínferos” a la parte inferior, al Sheol) y bajo porque murió. Descendió al lugar de los muertos, para rescatar a los que esperaban la resurrección y se encontraría con Abraham, Jacob, Moisés, David y tantos otros justos que anhelaban la apertura del Reino de los Cielos. Estando muerto, y ésta es una prueba de ello, bajo quien es la Vida y nos dice la Escritura que muchos salieron de los sepulcros, constatando una nueva situación del alma de los justos. Bajó parta rescatar, pues vamos a pedirle hoy al Señor que baje a rescatar a quienes se encuentran en tantos infiernos aquí en el mundo, por aquellos que no pueden salir de él y que solo Cristo puede rescatarlos. Repítelo para sacar de los infiernos humanos a tantos necesitados.

Santa María está triste pero con esperanza. No la esperanza teologal que sostiene la seguridad de ser salvados, a pesar de nuestros pecados, gracias a la Misericordia de Dios, sino la esperanza que viene de la Fe. Ella confía en las palabras de su Hijo y sabe que resucitará. Pero la tristeza del dolor sufrido por su Hijo, de conocer las raíces del mismo, del gran precio pagado por la Salvación y el desdén con que algunos lo recibirán, marcan la tristeza de María. Pero a su vez, la Esperanza del reencuentro la sostiene en la paz y la alegría. Por eso se convierte en el gran Refugio de quienes están desanimados y apesadumbrados y a ella acudimos sus hijos con confianza y diligencia. Ayer se nos regalaba como Madre y ya hoy está ejerciendo su nueva Misión.

Los apóstoles están desolados y con miedo. ¿Y ahora qué? Su llanto pronto se transformará en alegría, pero no lo saben. No por estar oculto sino por no creer plenamente y no recordar lo profetizado por el Maestro: y al tercer día resucitará. Estos días vemos como el mundo se vuelve a Dios para pedir lo mismo por el temor a lo desconocido. Ojalá se continúe pidiendo por el bien de la humanidad. Aquí no hay división. Todos piden lo mismo. Pero los apóstoles se preguntan ¿y ahora qué? Están preocupados por ellos mismos y encerrados sobre sí mismos. Pero la respuesta a esa pregunta ya la había anticipado Jesús: al tercer día resucitará. ¿Por qué no lo recordaban? Quizás por estar solo preocupados por ellos y no abrir su corazón a la escucha del Maestro: Yo he vencido al mundo; Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Cuando a nosotros nos vengan las mismas tentaciones de encerrarnos en nosotros mismos, ojalá encontremos fuerzas para acudir a la Palabra de Dios y hallar la respuesta que ya Cristo ha resuelto, pero aún no hemos encontrado.

Las santas mujeres no se preguntan ¿y ahora qué? Solo lloran a su Amor. Se olvidan de sí mismas para seguir centradas en Él. Por eso serán las primeras en recibir la noticia de la Resurrección. Nos enseñan a afrontar el dolor y las dificultades mejor que los Apóstoles acobardados. La diferencia entre unos y otras es que los primeros escucharon y vieron pero se amaron más a sí mismos, y ellas escucharon y vieron pero amaron al Señor.

¿Cuál es tu postura ante lo incomprensible? ¿De confianza o de y ahora qué? Es verdad que lo que se nos viene encima no es para menos, por desconocido y por preocupante. Pero si rogamos desde ya por el tiempo postcoronavirus y ponemos la confianza en que Él nos ayudará, saldremos animosos a resolver las dificultades que cada día se nos presenten.

Llama también la atención que nadie se revolvió en aquel momento contra el poder establecido. Ni contra los judíos importantes ni contra los romanos. El Evangelio no habla de política ni de responsables sino de ser seguidores de Jesús para continuar su obra salvadora en la tierra y de cómo hacer frente a los afanes de cada día.

Que este día de desconcierto para los primeros cristianos y, que este año por las circunstancias nos sentimos identificados, nos ayuden a pensar y actuar como María y las santas mujeres, guiados solo por el Amor a Jesús, nuestro Salvador y Redentor.

Dios te Bendiga.

 

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