Blog

¿Por qué soy sacerdote?: Aún antes de empezar yo a intuirlo

 

Don Enrique Pérez Bañón

Desde luego que no es por mis cualidades y virtudes. De esto soy cada día más consciente. Tampoco porque me lo haya propuesto por mí mismo o porque otros me lo hayan pedido. Si soy sacerdote es porque Dios me ha llamado y porque Dios me ha sostenido y guiado a lo largo de los años de formación y también ahora ya orde­nado.

Es curioso, por una parte yo no hubiera elegido por mí mismo el sacerdocio y a la vez puedo decir que ya no me imagino no siendo sacerdote y que tampoco puedo entender nada de mi vida, pasada y presente, sin relación a esta llamada que Dios me ha hecho. Mi vida se encaminaba al sacerdocio aún antes de empezar yo a in­tuirlo.

Ha sido Dios el que ha ido trazando y señalando mi camino. El sacerdocio es el regalo más grande que Dios me ha hecho. Al des­pertarme y encomendar el día doy gracias a Dios cada mañana por haber sido ordenado sacerdote y antes de acostarme también le doy las gracias de nuevo por el sacerdocio. Muchos días termino can­sado, agotado a veces, pero siempre contento y dando gracias a Dios por todo lo vivido a lo largo del día.

Mientras se iba acercando el día de la ordenación intentaba ima­ginarme siendo ya sacerdote y no era capaz de hacerlo. Y, sin em­bargo, al presidir por primera vez la Eucaristía mi sensación fue la de no hacer nada extraño, la de haber sido sacerdote desde siempre y la de haber cumplido mi misión.

Mi vida tiene sentido por la ordenación sacerdotal. No necesito nada más para ser feliz. Dios me ama y me ha llamado a estar con Él. No puedo pedir nada más. Pero Dios ha querido darme mucho más. Me ha dado su Iglesia, me ha regalado una parroquia en la que vivir mi ministerio, un pueblo al que entregarme y una infinidad de personas que rezan por mí y por mi ministerio aún sin conocerme.

Aunque solo hayan pasado unos meses desde mi ordenación sa­cerdotal son ya incontables los regalos que me ha hecho el Señor. Y cada vez son más. No estoy nada de acuerdo con aquellos que opi­nan que estoy en lo mejor de ministerio y que tengo que aprovechar ahora que soy joven y que estoy empezando. Y si es verdad que esto va a ir a menos, entonces no entiendo nada. Pero sé que no es cierto, que Dios no defrauda y que con Cristo siempre se va a más y nunca a menos.

Puedo decir con total rotundidad y certeza que soy feliz. No solo que esté contento o que me vaya bien, que también, sino que soy feliz. Y si soy feliz es porque sé que Dios está de mi parte, que mi vida está en sus manos y que no tengo ningún motivo por el que no fiarme de Dios. Soy feliz porque al responder a la voluntad de Dios sobre mi vida sé que apuesto sobre seguro y que nunca la prueba será más fuerte que la gracia. Soy feliz porque soy sacerdote.