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Al encuentro de María en Lourdes. 2018

Madrugamos el sábado 28 de abril, para asistir a la Eucaristía en nuestra parroquia a las siete de la mañana, y poco más de media hora después, iniciamos la tradicional peregrinación a este Santuario que mueve gran devoción a la Santísima Virgen. Como pastor vino el padre Christian y como “ángel al volante” volvimos a contar con Juan, muy buen profesional que ya nos ha llevado anteriormente. Durante todo el viaje disfrutamos de un buen tiempo, pero nublado.

A las diez paramos en Lerma, el almuerzo tuvo lugar en Irún y a las cinco y media de la tarde estábamos en Lourdes, en el Hotel Paradís (4 *), junto al rio Gave. Tras cenar a la francesa, es decir a las 19 horas, tuvimos nuestro primer encuentro con la Gruta y el Santuario. Como es frecuente, también con la lluvia.

Celebramos la Santa Misa el domingo día 29, en la capilla de San Gabriel, a las ocho y media, y a continuación el Vía Crucis, a las diez, que empezamos con nubes y terminamos empapados, pero contentos.

A las cinco de la tarde asistimos, en la Basílica subterránea de San Pio X, a la Procesión Eucarística y bendición de enfermos, que fue oficiada por un obispo español.

Después de la cena, todos juntos, arropando a nuestro flamante estandarte parroquial, que fue portado por varios peregrinos que así lo quisieron, asistimos al Santo Rosario y la Procesión de las Velas. Previamente encendimos el Cirio Pascual 2017 en honor a la Santísima Virgen.

Amaneció el lunes 30 con buen sol, que nos acompañó durante la celebración de la Eucaristía en la Gruta, a las diez menos cuarto, en una ceremonia oficiada por los obispos de Albacete y Sigüenza-Guadalajara, 19 sacerdotes (incluido el nuestro), asistidos por 2 diáconos, 3 seminaristas y 3 acólitos (uno de ellos Juan Diego, de nuestro grupo)

Para la tarde, estaba programada una visita a Argeles-Gazost y Saint-Savin, con guía incluida, y durante el almuerzo, se decidió suspender la misma con cierto pesar, pero la mayoría de los peregrinos preferían permanecer en Lourdes, lo que resultó providencial, ya que poco tiempo después de salir del comedor, cayó una fuerte granizada, seguida de una lluvia torrencial que duró el resto de la jornada, con tormenta incluida.

El primero de mayo, para celebrar el Día del Trabajo, volvimos a madrugar, pues tuvimos la Santa Misa a las ocho de la mañana en la Cripta, otra vez lloviendo y poco antes de las nueve y media partimos hacia España, con la incertidumbre del camino a tomar pues había aviso de tener algunas carreteras cortadas, lo que nos llevó a pasar la frontera por el túnel de Bielsa, todo nevado y con unas vistas preciosas.

Almorzamos en Zaragoza en torno a las tres y media, en el restaurante Las Palomas, ya conocido, pudimos hacer una minivisita a la Virgen del Pilar y a las cinco y veinte salíamos para la etapa final.

Tras la preceptiva parada técnica de media hora, llegamos a Torrelodones casi a las diez de la noche, con la ilusión de realizar otras peregrinaciones en el futuro y quedándonos con el mensaje del padre Christian: “Tras la peregrinación, debemos hacer que se nos note.”

                                 Un peregrino