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Antes de hacernos propósitos para el 2018, veamos cómo anduvimos este 2017

Es muy popular que todo el mundo, e incluso sitios web como nosotros, ofrezcamos algunas ideas para ir cerrando el año: desde consejos sobre propósitos para lo que sigue, pasando por recetas y rituales de año nuevo, hasta ideas para evaluar lo vivido, quedarse con lo bueno y desechar lo malo…

En la vorágine de esos últimos días del año es poco probable que uno pueda sentarse a conciencia, con calma y tiempo, para darle una revisada en serio a lo vivido y sopesar los aciertos y desaciertos. A mi me pasa, que entre Navidad y Año Nuevo se reúne la familia, tenemos muchas actividades y la agenda social, eclesial y familiar se vuelve una locura.

Aunque estas publicaciones con geniales ideas para enfrentar el nuevo año me parecen fascinantes y necesarias, pocas veces lo hago en serio. Ni hablar de hacer el intento una vez que pasó la noche de año nuevo. La evaluación queda en carpeta y todo consiste en planificar y proponerse objetivos y metas para el nuevo año, y no mirar para atrás más. Por eso, queremos invitarte a que te tomes ese tiempo de revisión, evaluación y discernimiento ahora, días antes de que termine este año, a los pocos días de haber comenzado un nuevo año litúrgico; que preparar el corazón para recibir al Niño Dios no solo haya sido una fiesta cultural presidida por un pesebre en casa, sino que nuestra vida entera esté volcada y dispuesta para acogerlo con un corazón renovado.

1. Mirar lo laboral y ocupacional

Te has mantenido ocupado trabajando y “siendo productivo”, ya sea que trabajes, estudies o te dediques a cuidar de tu familia y tu hogar. ¿Qué hay con eso? En este aspecto de la vida es mucho más fácil hacer una revisión acabada y por eso lo proponemos al inicio; pues las faltas y aciertos son más evidentes y tangibles, incluso por los que te rodean. Pregúntate y pregúntales sobre tu labor.

El mismo Papa Francisco nos dice que: «La premisa es: el mundo del trabajo es una prioridad humana. Y, por tanto, es una prioridad cristiana, una prioridad nuestra, y también una prioridad del Papa. Porque viene de aquel primer mandamiento que Dios dio a Adán: “Ve, haz crecer la tierra, trabaja la tierra, domínala» (Papa Francisco, Génova, Mayo 2017).

2. Nuestra situación familiar

De las cosas más complejas de evaluar y sopesar, pues muchas de las dinámicas de nuestro grupo familiar no dependen de nosotros. Al mismo tiempo, los objetivos familiares van cambiando casi a diario. Las finanzas, el trabajo, la enfermedad, los problemas matrimoniales, la crianza y muchas otras cosas más son factores que no siempre tenemos bajo nuestro control, aunque hayamos hecho excelentes planes de la mano de la voluntad de Dios, la posibilidad de tener que improvisar en el camino son altas.

Me parece que lo primero es comprender el rol que cada cual cumple en su círculo familiar y mirar, con amor y al mismo tiempo objetividad, si hemos respondido a lo que Dios nos pide al respecto. Muchas veces la rutina y el cansancio nos pasan la cuenta y no hacemos aquello que nos hemos propuesto. Evaluar sin juzgar, sin calificar de bueno o malo, sino que descriptivamente, para reconocer las debilidades y fortalezas teniendo consciencia sobre ellas.

3. Nuestro apostolado y servicio pastoral

Una de las situaciones espirituales comunes es justificar todo usando la economía de las compensaciones. A veces somos un poco flojos y descuidados en otros aspectos de la vida, pero como somos apóstoles y servidores de Jesús, es como si hiciéramos un empate espiritual.
Al mismo tiempo, cuando nuestros apostolados caen en la rutina y la falta de compromiso, lo justificamos con todas las demás cosas que llenan nuestra agenda y nuestro corazón, intentando convencernos y convencer a los demás, que no hemos podido dar más porque la vida no nos alcanza.

Mirar nuestros apostolados como lo que son, una colaboración directa a Jesús, en la que Él nos pide ayuda y al mismo tiempo compromiso. Siendo así vale preguntarnos: ¿he sido un apóstol ejemplar que da la vida por su Maestro y su Iglesia? ¿He podido hacer más pero me he conformado solo con cumplir? o bien, si las cosas se han dado como deseábamos, ¿estoy conforme y con el corazón en paz luego de haber ofrecido mis dones al servicio de la Iglesia?

4. Mi relación con el prójimo

Si algo pudiera caer fácilmente en el relativismo es la relación con el prójimo, esa que Jesús incansablemente nos exige. Esa en donde nos pide vestir al desnudo, dar de comer al hambriento y visitar al enfermo por mencionar algunas. (Cf Mateo 25, 35-45).

Frente a la pregunta que todos le hacen a Jesús de ¿quién es mi prójimo?, aunque su respuesta es clara, al mismo tiempo nos puede confundir. Mi prójimo sin duda es quien está a mi lado, el de lo cotidiano, el que veo siempre; pero también es aquel que no conozco, aquel que vi una vez y nunca volveré a ver. A veces es más sencillo tener una buena relación con el prójimo lejano, ese que vive en la pobreza y la enfermedad y al que atiendo algunos días del mes. Otras veces es más sencillo considerar a mi prójimo a mis hijos y familiares; colegas y compañeros; esos que pasan el día a mi lado. Pues son todos, no son excluyentes y Jesús nos invita a amarlos a todos, a los de cerca y a los de lejos. ¿Cómo estuvo mi relación con ellos durante este año?

5. Mi relación con Dios

Sin duda la más importante de todas, pero la más compleja de evaluar. Dios está presente en todo lo que hemos descrito anteriormente. Dios está en mi trabajo, mi familia, en mi apostolado, en el prójimo, pero Dios también es una persona en sí misma. Dedicarse a todo lo anterior es una cosa; pero tener una relación con el Creador, una relación que crezca, que se alimenta a diario de la palabra, una relación que se fortalece, una relación real, no solo litúrgica y celebrativa, es un desafío enorme.

Tener una relación con Dios no es tener una relación de adhesión a una institución, sus ideales y actividades; es tener una relación con una persona real, concreta, que responde e interactúa. ¿Cómo está mi relación con Dios? ¿Soy capaz de relacionarme con Dios Trinidad de forma natural? No es sencillo y de hecho, en lo personal, se me hace más fácil relacionarme con Dios Padre y Dios Hijo, más con Dios Espíritu Santo solo en contadas ocasiones, sobre todo cuando la Iglesia y el calendario litúrgico me lo recuerdan.

Habiendo mirado estos aspectos de la vida y sabiendo que somos esto y mucho más, podemos ahora comenzar a establecernos propósitos, misiones, proyectos y sueños para el próximo año. Cerrar etapas, corregir la ruta y replantearse lo que no ha dado frutos solo será provechoso si lo hacemos desde cimientos sólidos y no echando tierra o barriendo bajo la alfombra aquello que no pudimos vivir plenamente en este año. Y si la evaluación tiene más cifras rojas que azules, no pasa nada, nuestro Dios es un Dios de oportunidades, de renovación y en donde su misericordia se renueva cada mañana (cf Lamentaciones 3, 23). Comenzar un nuevo año con el corazón ordenado, es parte de esa realidad espiritual, en donde el Señor, nos permite volver a comenzar.

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